Los adversarios de la expresidenta del Govern siempre le han tenido cierto respeto intelectual porque saben que es una mujer lista, sibilina y tocada por la suerte. Su carrera política ha sido un continuo chorreo de victorias. Tan es así que incluso por una vez que pierde las elecciones, ella vuelve a ganar. Armengol será la tercera autoridad del Estado, independentistas mediante. Su perfil feminista, catalanista, presuntamente federalista, su regio carácter y su oratoria locuaz son el cebo con el que Sánchez va a tentar a los nacionalistas para sortear el primer escollo de la legislatura: la constitución de la mesa del Congreso.
Armengol fue desahuciada por los ciudadanos de Baleares de forma contundente el pasado 28 de mayo y su carrera política empezaba a ver el ocaso a tenor de las encuestas que presagiaban un cambio de rumbo en el gobierno de España que la dejaba sin opciones de seguir ejercitando el músculo del poder. Pero la fragmentación del voto de derechas y la laxitud de la campaña del PP le han vuelto a dar una oportunidad. La de Inca abandonaba el Parlament de les Illes Balears para probar mejor suerte en Madrid y así ha sido. Primero sonó como ministra de turismo, pero Sánchez, prisionero del ronroneo independentista, ha tenido que apostar por alguien que no genere tensión en Cataluña, como hubiera sido otra presidencia del Congreso para el PSC.
Así, Armengol vuelve a respirar y mejora su posición política. No serán pocos los encontronazos que deba moderar, pero con un PP liderado por el tranquilo Feijóo y con una extrema derecha en decadencia, la legislatura será un plato fácil de digerir para la presidenta del Congreso in pectore. Más difícil lo tendrá su jefe, que deberá conjugar una aritmética que requerirá mucha estrategia y muchos millones.
Pero cuidado, la política es el arte de hacer posible aquello que no lo es. Hay una remota opción y es que los nacionalistas le echen el primer pulso a Sánchez para encarecer la investidura. Ello pasaría por tumbar a su candidata a la presidencia del Congreso y así advertir al todavía presidente interino que no lo va a tener tan fácil. Al fin y al cabo, la Mesa es un organismo meramente institucional sin funciones ejecutivas, pero con suculentos sueldos. Un néctar que, por cierto, ya no degustará la ibicenca Sofía Hernanz, quien aguarda agazapada a la espera de que le llueva algún cargo de confianza con el que Sánchez le pague su inquebrantable lealtad.
