La caída de la estatua de Antonio Maura en la plaza del Mercat de Palma obliga a Cort actuar con celeridad para restaurar este monumento dedicado al político mallorquín más grande de todos los tiempos, que fue jefe de Gobierno de Alfonso XIII y gran impulsor del intento de regenerar la política española desde el poder. Su energía fue muy importante para la España de la Restauración y su marcha de la primera línea pública coincidió con la asfixia de aquel régimen y la llegada de tiempos muy duros con la cada vez más marcada división civil entre los españoles.
Es una pena que Cort no haya cuidado mejor su monumento en Palma, previendo que podía venirse abajo. Pero lo que hay que hacer ahora es reaccionar, restaurarlo y darle un mayor prestigio, promoción y reconocimiento públicos. Tal acción debería servir también de acicate no sólo para para la estatua de Antonio Maura, sino también para que Cort fuese planteándose colocar en la ciudad otras estatuas dedicadas a políticos, dirigentes sociales, escritores y artistas que han engrandecido el nombre de la ciudad dentro y fuera de Mallorca.
Ninguna sociedad verdaderamente desarrollada, es decir, culta, es madrastra de sus hijos verdaderos. El accidente de la Plaza del Mercat debería convertirse en un acicate, no en un mal trago que hay que arreglar lo más rápidamente posible para olvidarse luego del asunto cuando la estatua haya vuelto a su sitio.
Es necesario que Palma tenga más estatuas dedicadas a sus mejores hijos dejando a un lado prejuicios políticos o estéticos, o preferencias de partido o de tendencia ideológica. Ciutat ha sido capaz de generar hombres y mujeres admirables a lo largo de las generaciones pretéritas que bien se perecerían estatuas de recuerdo y de homenaje en diferentes puntos de la ciudad.
Eso también le hubiera gustado a Antonio Maura, autor del famoso discurso de la revolución desde arriba. Maura creía en unas élites abnegadas y valientes, capaces de tirar del carro para transformar una sociedad atrasada y deprimida, como era aquella España de principios del siglo pasado. Soñaba en convertirla en un país moderno, formado y sólido. Maura fue ejemplo de coraje personal para amigos y adversarios. Y de eso se trata: de levantar ejemplos.
Y los ejemplos han de perdurar, visibles y luminosos, ante los ojos de los que se preparan para afrontar el mañana, para infundirles valor, ilusión y esperanza.