“Me cuesta creer que vayamos a tener ni un solo voto más que en 2007 y no sólo por la crisis”. Me hacía esta observación un socialista convencido que se declara “votante obligado tanto de Antich en las autonómicas como de Antoni Garcias en las últimas generales” y que ahora intenta convencerme de que “esta vez no le pienso votar. No iré, te lo puedo asegurar”. No sé si hará un día radiante el próximo 22 de mayo. Supongo que Antich desea que no amanezca como para ir a la playa. Si para los votantes de derecha es un deber acudir a su cita con la mesa electoral, para los de izquierdas, votar es un derecho. Y si están desencantados -como mi interlocutor- puede primar el derecho a no votar. No dudo que esto vaya a ocurrir en mayor o menor medida, aunque tampoco creo que todos los que amenazan con hacerlo cumplan. Ya se encargarán de ello en los mítines arengando al grito de ¡alerta, que viene la derecha! Lo que no descarto es que el PSOE balear logre más diputados de los que tiene ahora. Más escaños aun con menos votos. Habrá voto de castigo de socialistas desencantados y también voto útil del extinto Bloc que esta vez irá a parar a la candidatura de Antich. Pienso que la primera corriente tendrá más caudal que la segunda. A la ruptura del Bloc hay que añadir la del PSIB con la izquierda en Ibiza y, cómo no, la desaparición de UM y las pocas opciones de Convergència per les Illes de alcanzar el cinco por ciento de los votos. Si a todo esto le añadimos las dificultades que tendrá –más que nada por falta de tiempo- Font y su Lliga para entrar en el Parlament todo queda en que la tendencia es el bipartidismo y la ley d’Hont será la clave que permita que ocurra que aun con menos sufragios Antich logre más diputados. El sistema d’Hont castiga a los partidos minoritarios en beneficio de los más votados. El problema -y Antich lo sabe- es que al que más premia es al que más votos tiene y todo el beneficio que reciba de la ley d’Hont será aun mayor para el PP de Bauzà. Aun así Antich dirá que ha ganado el 22 de mayo.
