Seguramente, Almeida se sintió ya a gusto nada más aterrizar en Son Sant Joan, cuando las personas que le reconocieron en el aeropuerto le pidieron poder hacerse un 'selfie' con él. "¡Alcalde, alcalde!", le requerían con cariño, mientras Almeida sonreía y se dejaba querer, aunque no fuera exactamente el futuro contrincante de José Hila en la capital balear. Esa comodidad continuó poco después en el Hotel Meliá Palma Marina, al verse arropado por los organizadores del acto y por todas las personas que asistieron a su charla.
Es posible que también influyera en esa situación de bienestar anímico el hecho de que Almeida supiese desde el principio que esta vez no tendría que saltar sobre una cama elástica, ni hacer un saque de honor chutando a un balón de fútbol o de rugby, ni descubrir una placa conmemorativa, tres situaciones que le habían ocasionado algún que otro pequeño problemilla recientemente. Además, también sabía que esta vez no sería presentado como "el heredero de la gran Manuela" —Papa Francisco dixit—.
Un hecho que sin duda merece ser destacado es que Almeida pronunció su conferencia sin un solo papel delante, algo muy poco habitual y meritorio en la política de hoy en día. Más llamativo aún fue que a lo largo de su exposición ofreciera todo tipo de cifras, datos y porcentajes de memoria y sin usar una sola chuleta, en una detallada enumeración que hizo con una cierta celeridad, por lo que este cronista no pudo anotar en su integridad todos esos números y guarismos. Bueno, en realidad, no pudo anotar casi ninguno.
Para tranquilidad de los periodistas allí presentes, el alcalde madrileño reconoció ante el editor de este digital, Antoni Martorell, que a veces habla un poco demasiado rápido. De hecho, ya lo hacía en sus inicios en la política activa, como director general de Patrimonio Histórico en la Comunidad de Madrid. Según explicó con muy buen humor, en una de sus primeras intervenciones en la Asamblea madrileña en 2007, las taquígrafas de la Cámara expresaron su queja porque no podían seguirle.
Como era de esperar, Almeida también hizo referencia este viernes a la candidata socialista a la Alcaldía de Madrid en los comicios del próximo mes de mayo, la ministra de Industria, Turismo y Comercio, Reyes Maroto. Sin duda, habrá un duelo muy interesante entre ambos, entre otras razones porque durante su alocución Almeida demostró que no sólo conoce muy bien los intríngulis de esas tres áreas concretas, sino también los de otras áreas como la restauración, el ocio y la cultura, tanto a escala municipal como nacional. En algún momento, incluso apuntó maneras y cualidades de ministro, y no sólo por su saber estar y su optimismo.
El alcalde dio muestras una vez más de su fina ironía cuando, preguntado por esa cita electoral, dijo que, más que competir él con Maroto en mayo, será ella la que compita con él ante las urnas. "Madrid es una ciudad a la que se quiere ir", dijo también, como si de algún modo Madrid volviera a ser hoy la ciudad abierta, despreocupada y vital que fue en los años ochenta, que para muchos de nosotros fueron los años de la Movida, del 'Madrid me mata' o de escribir Madriz con zeta.
Oyendo hablar a Almeida sobre Madrid, uno sentía ganas de hacer un nuevo viaje allí lo antes posible, o al menos mientras Pedro Sánchez y Yolanda Díaz sigan manteniendo intacto el descuento del 75 por cien para los residentes. Con ese viaje, podríamos comprobar in situ el buen momento económico que está viviendo la capital de España en estos últimos años gracias al turismo.
Con la sensatez y la moderación que le caracterizan, Almeida habló bien del actual Gobierno socialista... de Portugal, así como también del Real Madrid —siendo él del Atleti— y del apoyo de la oposición municipal a varias de sus iniciativas. También se pronunció, con sumo tacto, sobre varias cuestiones que en estos últimos meses han formado parte del debate político y ciudadano en Palma, como la turismofobia, la falta de taxis en verano o las obras en varios enclaves de Ciutat.
Fue tan prudente y tan cauto en sus reflexiones y en sus respuestas, que en algunos instantes parecía casi un mallorquín o un palmesano más. Sólo al pronunciarse sobre la reforma que se está llevando a cabo en el Paseo Marítimo fue algo más atrevido, pues dijo que seguramente habría sido mejor que dicha reforma se hubiera iniciado un poco antes. Los gestos de aprobación de casi todos los presentes parecieron reforzar esa idea, que muy posiblemente fue la más osada y crítica de todas las que expresó.
Casi al final del coloquio, Almeida pronosticó que Marga Prohens será la futura presidenta del Govern y que Jaime Martínez será el "próximo alcalde de Mallorca" —sic—. No sabemos qué debió de pensar Llorenç Galmés al escuchar ese vaticinio, que en el fondo no deja de ser un pequeño y comprensible desliz topográfico-geográfico, semejante al de mi admirado Mariano Rajoy cuando tras una nueva visita a Marivent siendo aún presidente dijo sentirse muy feliz de estar en "la isla de Palma".
Como Almeida este viernes, seguramente también Mariano se sintió siempre entre nosotros muy tranquilo y a gusto, muy relajado y bienhumorado, casi como en casa.