Agustín Agualongo, mestizo, definido por un cronista de la época como “… ídolo de un pueblo aguerrido y exaltado, es hoy símbolo de esperanza de un pueblo defraudado…” nació en la ciudad de Pasto, Nariño (Colombia), el día 15 de agosto del año 1780 y cuyo aniversario en España ha pasado completamente desapercibido.
Agustín Agualongo, fue uno de los líderes de origen indio que más quebraderos de cabeza dio al genocida Simón Bolivar, y la rabia de los historiadores bolivaristas es que, Agualongo, un campesino, mestizo, puso en evidencia la monstruosidad, la crueldad del caraqueño. Alistado en las filas de los ejércitos realistas, ascendió de soldado, a cabo, a sargento, a teniente, a capitán, a coronel, a general, en los campos de batalla y siendo el único militar mestizo en América Hispana que alcanzó el rango militar de brigadier general de los Ejércitos de su Majestad el Rey Fernando VII de Borbón.
Durante trece años hizo férrea oposición armada a los ejércitos de Bolivar en los territorios del sur de Colombia y norte de Ecuador. Capturado en el año 1824 y condenado a muerte, a pesar del ofrecimiento del perdón, mantuvo su lealtad al Rey de España. Sus últimas palabras antes de morir en el paredón, sin querer que le vendaran los ojos, fueron: "si tuviese veinte vidas, estaría dispuesto a inmolarlas por la religión católica y por el Rey de España. ¡Viva el Rey!". A diferencia del traidor de Bolivar quien transformó en decreto el 15 de junio de 1813, que se conoció como el Decreto de Guerra a Muerte a la proclama publicada en Cartagena de Indias, el día 16 de Enero de 1813 por Antonio Nicolás Briceño que, entre otras lindezas, decía así: “Noveno: para tener derecho a una recompensa o a un grado bastará presentar cierto número de cabezas de españoles o de isleños canarios. El soldado que presente 20 será hecho abanderado en actividad, 30 valdrán el grado de Teniente, 50 el de Capitán”.
El proceso de sedición hispanoamericano dio lugar a una guerra civil entre españoles nacidos en la península y/o en América y en la que, entre los americanos autóctonos, en general prevaleció la lealtad al Rey de España. Este proceso no fue un levantamiento de los sometidos americanos contra los dominadores españoles, como nos ha querido dar a entender la versión oficialista.
La conjunción de condiciones que existieron en España en el año 1808 y que fueron el caldo de cultivo de este proceso sedicioso, a groso modo pueden centrarse en que: la celosía y la envidia de los criollos de alta posición por el predominio de los peninsulares en el gobierno de las tierras americanas; la ceguera y la torpeza de nuestros gobernantes; la invasión francesa de España había conducido al derrumbe de nuestra monarquía, no había Rey puesto que tanto Carlos IV como Fernando VII estaban internados en Francia creando un vacío de poder que llenó de incertidumbre política a nuestros territorios en América; el ejemplo de la independencia de los Estados Unidos a cuyo proceso tanto había contribuido el gobierno de Carlos III y sobre todo al gran e interesado apoyo británico por ser entonces Inglaterra enemiga secular de España y por su deseo de abrir los mercados hispanoamericanos a sus manufacturas, y que los jefes independentistas consideraron que su ayuda sería un factor decisivo para el éxito del movimiento, como así fue.
Esta guerra, que sembró la desolación en nuestras provincias en sudamérica durante más de 20 años, encumbró a los vencedores, a los líderes independentistas, pero en cambio, los vencidos quedaron en el olvido para nosotros, para nuestra patria, que fue por la cual lucharon y lo sacrificaron todo. Y hoy en día podemos encontrar monumentos y nombres de calles en algunas de nuestras ciudades que nos recuerdan a independentistas hispanoamericanos, traidores a España, pero no hallaremos nada de aquellos que se mantuvieron leales a España como Agualongo. Sería interesante analizar el proceso por el que mientras se ha honrado a aristócratas españoles nacidos en América, como Simón Bolivar, que se convirtieron en los más tenaces enemigos de España y del Rey al que con tanto entusiasmo habían servido, mientras que indígenas como Agualongo, que dieron ejemplo de lealtad a España hasta su último aliento, están en el más indigno de los olvidos.
Si ya es descorazonador lo desconocida que resulta esta guerra civil por una gran mayoría de los españoles, no se encuentra justificación para que España nunca haya rendido el homenaje que Aqualongo merece, en lugar de mostrar un reconocimiento injusto hacia Bolívar, cuya historia real ha quedado blanqueada por una leyenda que se da por cierta sin más. Es hora de reparar tamaña e innoble injusticia. ¿Capisci?.