Como ustedes se imaginarán, uno también aprovecha alguno de estos días para darse un salto fuera de la isla. O sea que varios de estos artículos están escritos desde mi reloj de pulsera, Casio, con word e Internet incluido, que se conecta con el satélite y en el que he perdido varias dioptrías escribiendo con una aguja de coser que utilizo para darle a las micro teclas. Ustedes verán: estuve por estas tierras alicantinas hace tres años, cuando se acababa de inaugurar toda un ala del aeropuerto, bien necesaria ante el colapso de las instalaciones antiguas. Yo creía, inocente de mí, que con esa obra El Altet se apañaría unos años porque, para los no entendidos, aquello era fantástico. Pero no, el aeropuerto nuevo, con apenas tres años de vida, y el viejo, los dos, han sido cerrados y se han abandonado, al inaugurarse un nuevo monstruo de acero y cristal que ya querrían para sí los alemanes. El que puede, puede y el que no a Alemania.
