Al principio no les hacía mucho caso a los del monolito. La verdad es que me parecía un tema finiquitado y en esta era en la que sufrimos un exceso de información y opiniones, tiendo a focalizar mi atención en aquellas polémicas que tienen recorrido. Me equivoqué, está claro porque lo de Sa Feixina parece retroalimentarse hasta en infinito y se ha convertido ya en un imán de opiniones y argumentos sin fin. Las posturas, como siempre, no pueden estar más alejadas pero sin embargo y a pesar de que unos abogan por mantenerlo y otros por tirarlo, a veces parece que ambas se basan en la errónea posibilidad de que Franco regrese a lomos de su caballo. No pasará, así que no teman unos ni se hagan ilusiones los otros. Y es que a veces, fíjense qué imaginación, tengo la sensación de que esto más que tener que ver con la memoria histórica, tiene que ver con el apoyo o la repudia a un régimen que hace décadas acabó.
Como tengo la torpeza o habilidad de tener amistades en todo el arco que va desde los que subvencionan la Asociación Francisco Franco a los anticapitalistas que están a la izquierda de la izquierda (que no son todos los anticapitalistas), me llueven eslóganes de por todos los lados y al final, habéis conseguido llamar mi atención. Con el tiempo, más que tomar partido, ha ido aflorando lo que pienso desde el primer día. Y lo que pienso es que me importa un bledo el monolito de Sa Feixina. La pregunta para mi es la siguiente ¿en que cambiaría mi vida si el monolito se tira o si se queda? En absolutamente nada. No se si eso significa que pertenezco a una mayoría silenciosa que es pasota, que ha superado el pasado o que, sencillamente, no tiene el nivel intelectual para reconocer un problema de envergadura aún teniéndolo delante. Vaya Vd. a saber.
A la minoría silenciosa, formada por mis queridos amigos dispuestos a coger la piqueta para tirarlo o a mis también queridos amigos que están dispuestos a ponerse como escudo humano para protegerlo, solo puedo daros las gracias. Gracias por hacerme ver lo afortunado que soy al no tener que preocuparme por las piedras. Algunos son celosos, tienen vértigo, son hipocondríacos, algunos son sufridores por lo que pueda pasar y algunos luchadores por o contra el monolito. Posiblemente no han podido elegir. Otros tenemos la suerte de no sufrir por ello, tenemos la suerte de sencillamente no ver el problema. De verdad, gracias por hacerme caer en la cuenta de la suerte que tengo al haber sido privado de la capacidad cognitiva necesaria para apreciarlo.
Seguro que encontráis la solución. Tal vez forrarlo de espejo para que cada uno se vea a si mismo reflejado. Si Arca, el Ayuntamiento, la Asociación a favor de los reflejos, el Consell, o los amigos de las vistas indirectas lo permiten, claro.