Se dice que una de las peores faenas que le puede ocurrir a un abogado en turno de oficio -además de que te toque un asunto de sumario, esto es, causas muy complejas pagadas a precio de saldo- es estar de guardia por Navidad. Y eso no es por el mero hecho de que impide celebrar tranquilamente y en familia la señalada fecha, sino también porque, curiosamente, en el momento en que más se desea la paz en el mundo es cuando aumenta la delincuencia.
Las causas de ello son más de una, pero podríamos hacer una enumeración: la ingesta de alcohol superior a lo habitual, el aprovechar que muchos domicilios están vacíos o también el desánimo o necesidad que provoca en muchas personas la llegada de las celebraciones navideñas. Fuere como fuere, la realidad de los números es que, lejos de ser un momento de fraternidad, la Navidad es una época álgida de robos, actos de violencia de género, peleas y accidentes con resultado de homicidio imprudente.
Por lo tanto, hay dos mensajes. A los amigos de lo ajeno o con la mano ligera hay que avisarles de que la administración de Justicia y la Policía también trabajan estas dos semanas; a los demás decirles que extremen las precauciones, que en estas fechas somos más vulnerables que nunca.