21-D: Una nueva esperanza

Y no me refiero a Star Wars, sino a los acontecimientos políticos que tendrán su origen tras el resultado de las elecciones catalanas de esta noche, o, lo que es lo mismo, el resultado de la grave irresponsabilidad del Gobierno de Rajoy al hacer suya la propuesta de Ciudadanos de recurrir al artículo 155 exclusivamente para convocar inmediatamente estos comicios.

Hay que ser conscientes de que Cataluña está al margen de la legalidad antes, incluso, de que Artur Mas pusiera en marcha en 2012 un proceso de secesión que aseguró no pararían "ni tribunales ni Constituciones". Muchas de las cosas que durante años han ocurrido en Cataluña, no suceden en un país normal: medios de comunicación públicos que cuestionan el ordenamiento democrático-constitucional, o escuelas en las que se adoctrina en el odio a España y de las que se ha erradicado el derecho a la enseñanza en español, como en Baleares, son realidades que una detestable clase política ha visto como acordes a la legalidad constitucional. Los nacionalistas no se habrían lanzado a crear un “Estado”, aunque sea de pandereta, si no hubieran disfrutado durante tanto tiempo de una independencia de facto que se ha venido consintiendo como normal y legal.

La irrisoria aplicación acomplejada del artículo 155 de la Constitución llevada a cabo por el Gobierno del PP ni siquiera contempla la exigencia del cumplimiento de una serie de condiciones en defensa del orden constitucional, por lo que esa llamada “vuelta a la normalidad” tras estas elecciones apunta a que volveremos a una situación abiertamente antidemocrática como la que venimos sufriendo en este malogrado estado autonómico que ha creado españoles de primera, segunda y tercera clase.

Teniendo en cuenta que la actual clase política con representación parlamentaria ha considerado legal y normal que el Gobierno del lector del Marca, ante el golpe de Estado, haya ofrecido a los separatistas mejor financiación y una reforma constitucional, no me extrañaría que esa oferta se retomara a partir de mañana si los separatistas ganasen y aparcaran durante un tiempo su aspiración a convertirse en un Estado soberano. Es para ponerse a temblar ante la posibilidad de volver a esa “normalidad” y “legalidad” nacionalista que quiebra la convivencia y enfrenta a la sociedad.

Según sea el resultado es posible que las elecciones de hoy no solucionen nada, pues todo se ha convertido en un esperpento que puede terminar en tragedia. Incluso, aun perdiendo los separatistas, éstos pueden seguir triunfando, porque cada vez que han abandonado el poder, sus sustitutos han continuado una política parecida, incluso incrementándola, recuérdese el período del socialista Maragall y su gente, Armengol y la suya en Baleares, etc.

Aunque el daño ya es enorme, y algunos melifluos se erijan como salvadores, la realidad es que las multitudinarias y emocionantes manifestaciones que hemos vivido en favor de la unidad de España, única garantía de democracia y libertad, son la esperanza para que esa reacción popular se organice y haga más amplia, para que su voz, la que exige vivir en una nación de ciudadanos libres e iguales en derechos y obligaciones, llegue a los Parlamentos y ayuntamientos de todo el país.

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