No, no es un resultado deportivo. Es la diferencia de mujeres muertas a manos de sus parejas en el principio de este año 2016 comparado con el año pasado
Analicemos los hechos. Si quisiera exponerlo con rudeza, y no dudo que los institutos de la mujer y servicios sociales lo harán, podría afirmar que la violencia mal llamada de género ha aumentado un 120 % en el comienzo de año, lo cual es una barbaridad si consideramos el ínfimo número analizado en relación a los 44 millones de habitantes del país. Luego ha aumentado, sí, lo cual podría interpretarse como que los planes de prevención han fracasado. Es curioso como los defensores de la ley 2004/1 de violencia de género afirman la utilidad del instrumento legal cuando disminuyen las muertes pero en lugar de hablar de fracaso cuando aumentan dicen que hay que ampliarla. Falacias para mantener un texto equivocado que ni protege ni previene. De hecho las muertes no se han reducido a cero, como prometieron entonces, ni lamentablemente lo harán porque siguen, contumaces, haciéndolo mal.
La última mujer muerta sólo gozaba de una orden de alejamiento por toda protección, y no ha servido para nada a pesar de los 400 km que la separaban de su asesino, que la mató y luego se suicidó. “Había un bajo riesgo” dijo un funcionario. Pero no se trató realmente de un asesinato sino de un suicidio ampliado. Si el análisis del crimen es erróneo, nunca se encontrará la solución.
Jorge Skibinsky
Presidente de la Asociación de Padres de Familia Separados de Las Islas Baleares (APFSIB)