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Yellow is the new black

Por Francesca Jaume
lunes 23 de abril de 2018, 03:00h

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Toda la vida de Dios escuchando que hay violencia en el fútbol y ahora resulta que la culpa es de las camisetas amarillas. Tanta suerte que Interior al fin lo ha detectado y se ha olvidado de requisar bengalas, cuchillos y botellas vacías y se ha centrado en lo realmente peligroso: la ropa de color amarillo.

Ironías aparte, y sin que ello suponga en absoluto refrendar las posiciones soberanistas, el asunto en cuestión no es que tenga miga, es que es alarmante y más serio de lo que nos pensamos. Aunque está claro que la libertad de expresión no lo ampara todo -porque el derecho de una persona siempre tiene como límite los derechos de los demás- me da auténtico pavor que se haya entrado en un proceso tan claramente limitativo de las libertades públicas.

En mis años mozos de facultad y de esfuerzo por sacar una titulación universitaria, siempre se nos decía que cualquier opción ideológica o política se puede defender dentro de los cauces de la legalidad. Siempre se nos ponía de ejemplo ETA para explicar que no se podía defender la independencia con armas pero sí con palabras.

Pues en la final de Copa de Rey de este sábado hemos visto que ya ni esto. Las imágenes de agentes de la seguridad exigiendo a aficionados culés que depositaran en un contenedor camisetas, bufandas, y carteles con la palabra “llibertat”, a mi me resulta, cuando menos, inquietante y contrario a los derechos fundamentales recogidos en la Constitución.

¿Qué el problema es de estos aficionados y de los directivos del Barça por mezclar la política con el deporte? No negaré que como aficionada al club catalán hubiera preferido que mantuviera una posición más neutral o en todo caso coherente, pero llegados a este punto, en las gradas seguimos viendo banderas franquistas (o preconstitucionales como algunos las llaman), y alguna que otra esvástica que aún se cuela. Eso, por no mencionar las veces que en Son Moix se ha escuchado “Puta Barça y puta Catalunya”. Si este no es un cántico de odio con contenido político, ya me dirán. Y no he visto ninguna sanción por ello.

Nos puede parecer bien que la fiscalía actúe contra los mensajes públicos de odio o de clara incitación a la violencia -y nos parecería mejor que lo hiciera con todos-, pero que el Estado ya haya llevado a cabo una acción en contra de llevar ropa de un determinado color ya no es en modo alguno aceptable. Ahora veremos si ha sido una acción puntual o un paso hacia 1984. Nos molesta en sobremanera que en el resto de Europa nos den la consideración de estado en vías de desarrollo, sin embargo muchas veces nos lo ganamos a pulso.

Por cierto, todas las Copas del Rey que ha entregado Felipe VI como monarca han sido al mismo equipo.

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