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Ya están aquí

miércoles 25 de octubre de 2023, 05:00h

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La intercepción por parte de una patrullera de la Armada de un submarino ruso y un buque de apoyo en aguas internacionales cercanas a nuestras costas es un hecho que ha pasado desapercibido para la prensa nacional, pero que encierra una realidad nada esporádica.

Rusia -a punto he estado de escribir la Unión Soviética- utiliza el acceso al Mediterráneo que le proporcionan sus bases en la ocupada Crimea para llevar a cabo labores disuasorias de patrulla por todo el Mare Nostrum, desde el Mar Negro a Gibraltar. No es, desde luego, algo nuevo, pero resulta preocupante cuando tristemente estamos recuperando conceptos que teníamos olvidados desde el fin de la Guerra Fría.

Nuestro enemigo por antonomasia -en términos militares, desde luego- viene a exhibir su mermado potencial naval para tratar de infundir miedo a la población, que es seña de identidad de las acomodadas naciones occidentales y precedente inmediato de la cobardía, como ha demostrado repetidamente la historia en distintas ocasiones, la más señalada de las cuales es el episodio protagonizado por Neville Chamberlain al intentar acotar con Hitler los límites de su demencia expansionista, tratando de eludir una guerra que ya era inevitable.

La estrepitosa caída del imperio soviético -sostenido sobre la miseria de su pueblo- nos hizo pensar que nada de esto volvería, que no hacía falta vigilar los submarinos rusos porque estos incluso se hundían solos por falta de mantenimiento, y que la sociedad de aquel país lo que quería era acceder al estado del bienestar occidental y dejarse de misiles y guerras.

Pero llegó Putin, un autócrata de marchamo netamente soviético y filomafioso, cuya obsesión es la de recuperar un poderío militar que proporcione a los ciudadanos rusos motivos para estar orgullosos, especialmente tras el sonado fracaso de la “operación militar especial” de Ucrania, que había de durar dos semanas y va ya para dos años, sin un horizonte claro.

Por tanto, es bueno que los europeos despertemos de nuestro letargo burgués y nos concienciemos de que ya están aquí. Y no son los extraterrestres. Son los rusos.

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