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Vuelve el sarampión (y otras infecciones)

martes 03 de septiembre de 2019, 05:00h

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Hace unos días, la Organización Mundial de la Salud ha comunicado que el número de casos de sarampión en los primeros siete meses del año es ya superior a los de todo el 2018. De hecho, la cifra en este periodo se ha triplicado respecto de la del año pasado. El mayor número de casos se da en África y Asia, pero también en Europa hay importantes bolsas de casos en el antiguo espacio soviético y sobre todo en Ucrania, pero también se están produciendo brotes epidémicos en los países desarrollados de Europa y América del Norte, como por ejemplo cuatro que se han detectado en poco tiempo en los Estados Unidos, un país que hace unas décadas había declarado erradicada la enfermedad.

La razón, por supuesto, es la falta de vacunación. Pero si en África, Asia y los países de la Europa oriental, la causa radica en las enormes deficiencias de sus sistemas sanitarios, motivadas por la falta de recursos económicos, en los países desarrollados son los absurdos movimientos antivacunas los responsables de que haya un número significativo, y creciente, de personas no vacunadas y, por tanto, susceptibles de contagiarse y desarrollar la enfermedad.

En España, por fortuna, se registran muy pocos casos y, hasta el momento, todos son importados, gracias a que tenemos un índice de población vacunada muy elevado, lo que dificulta, o impide, la circulación del virus. A pesar de ello, el ministerio de sanidad ha hecho un llamamiento a las personas nacidas después de 1970 para que se vacunen si no lo están o no pasaron la enfermedad en su momento, y a los que tengan entre 40 y 50 años para que se vacunen todos.

El motivo es que los mayores de 50 años, en su inmensa mayoría, de niños pasamos el sarampión o estuvimos en contacto con el virus y, por tanto, tenemos inmunidad, por lo que solo se han de vacunar aquellos que no lo pasaron, ni se han vacunado, o no se acuerdan. Y los más jóvenes de 40 ya pertenecen a las generaciones que se vacunaron masiva y regularmente y también tienen inmunidad. Los que tienen entre 40 y 50, en cambio, nacieron en un momento en que ya se llevaron a cabo campañas de vacunación, con lo que la incidencia del sarampión bajó mucho y el virus ya casi dejó de circular, pero las campañas no abarcaron a toda la población, por lo que quedó un cierto porcentaje de personas que ni se vacunaron ni entraron en contacto con el virus y, por tanto, no tienen inmunidad, por lo que se recomienda que se vacunen todos.

Si estas personas no inmunes se contagiaran a partir de un caso importado, desarrollarían la enfermedad y podrían dar lugar a un brote epidémico local, que implicaría el retorno de la enfermedad a España, cuando ya había sido erradicada. Hay que tener en cuenta que el virus del sarampión es extremadamente contagioso y por ello, las epidemias se producen con mucha facilidad si encuentra personas no inmunes.

El sarampión es una enfermedad vírica para la que no disponemos de tratamiento, por lo que la única medida efectiva es la vacuna. Y aunque es una infección habitualmente leve y autolimitada que cursa sin mayores consecuencias, puede provocar cuadros graves, incluso la muerte, y consecuencias a largo plazo, sobre todo en niños pequeños, personas mayores y pacientes debilitados o inmunodeprimidos por otras enfermedades o procesos orgánicos.

Y no es solo el sarampión, otras enfermedades transmisibles prevenibles mediante vacunación están también incrementando su incidencia por las mismas razones, debilidad de los sistemas sanitarios y movimientos antivacunas. Es el caso de la difteria, de la poliomielitis en algunas zonas del mundo musulmán, en las que algunas autoridades religiosas islámicas se oponen a las vacunas por considerar que son instrumentos de dominación por parte de los occidentales cristianos, y también de la rubéola, la parotiditis (paperas), la varicela y otras.

Los virus y las bacterias no entienden de religiones, supersticiones, esoterismos, ni filosofías, invaden e infectan por igual a todas las personas susceptibles sin hacer distinciones. No sé si el llamamiento del ministerio de sanidad será secundado por muchos o por pocos de los ciudadanos concernidos, sí sé que es conveniente y necesario y que sería una demostración de madurez y de solidaridad de esta sociedad si tuviera éxito.

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