www.mallorcadiario.com

Votar

martes 18 de julio de 2023, 05:00h

Escucha la noticia

Este próximo domingo acaba el largo y tedioso proceso electoral con las inesperadas (hace un mes) elecciones generales, convocadas por Pedro Sánchez al día siguiente de las últimas municipales y autonómicas. Estas últimas semanas venimos asistiendo a las declaraciones de algunos políticos, pocos, y a las opiniones expresadas por muchos ciudadanos, que manifiestan hastío, desilusión y cansancio y la intención de no votar, o serias dudas de hacerlo.

Una de las características de la imperfecta democracia surgida de la transición posfranquista es que el voto no es obligatorio, es decir, es un derecho pero no un deber legal. Ahora bien, que no sea una obligación no quiere decir que no sea un deber cívico. A menos que se sea un ácrata recalcitrante o un anarquista irredento, no veo motivos intelectuales para la abstención pasiva, esto es, no ir a votar, más allá de la desidia, el desinterés, la abulia, o la pereza.

Otra cosa es la abstención activa, esto es, el voto en blanco. Si ninguna de las formaciones políticas concurrentes en tu circunscripción electoral te merece la suficiente consideración o confianza para otorgarle tu voto, la papeleta blanca o el sobre vacío son una alternativa válida y absolutamente cívica. Es una censura en toda regla a los políticos y a los partidos. Lamentablemente, es un voto que, en la infame ley electoral española, es ignorado, puesto que no computa para el reparto de escaños. Con toda seguridad, es una de las razones por que algunas personas no acuden a votar, dado que votarían en blanco y la molestia de acudir al colegio electoral se verá recompensada con la ignorancia absoluta.

En estas semanas las encuestas nos están diciendo que hay un porcentaje no desdeñable de ciudadanos, votantes habituales del PSOE, de partidos de izquierdas, o de ideología regionalista, nacionalista o independentista, que están muy decepcionados y desmotivados, no todos por la mismas razones, a veces incluso por motivos antagónicos, que están considerando, o tienen decidido, abstenerse, ya sea no yendo a votar, la mayoría, o votando en blanco, los menos, incluso algunos piensan en un voto nulo, escribiendo en la papeleta cosas del estilo de: “iros todos a la mierda”, o “cabrones todos”, o cosas parecidas, para dar salida a la rabia y frustración que sienten. También hay algunos políticos que están recomendando el voto en blanco o nulo.

Siempre he considerado que la alternancia en el poder es una de las virtudes fundamentales de las democracias maduras y que la permanencia en el poder de la misma opción política durante largos periodos de tiempo no suele ser positiva para los ciudadanos, aunque si es consecuencia del voto hay que aceptarlo. En ese sentido, la posibilidad de un cambio de gobierno en España después de las próximas elecciones no debería ser un problema.

Pero sí lo es, debido a las particulares condiciones de la situación española en estos momentos. El bipartidismo, descaradamente favorecido por la ley electoral española con su tendenciosidad a facilitar mayorías absolutas o muy próximas, que solo requerían apoyos puntuales de partidos periféricos nacionalistas o regionalistas, que ha funcionado durante más de cuarenta años, entró en crisis hace un tiempo con la bajada de soporte electoral y escaños de los dos partidos dominantes y la irrupción de opciones políticas en ambos lados del espectro político. Ahora ya no hablamos de gobiernos monocolores, sino de coaliciones. Aunque es cierto que hay una cierta recuperación de los dos partidos principales y una bajada de las opciones secundarias, no parece, al menos de momento, que ninguno de los dos grandes vaya a poder gobernar en solitario en un futuro inmediato.

Y ahí está el problema. Tras la desaparición de Ciudadanos, que se consumará el domingo puesto que no se presentan a las elecciones, el partido que le ha sustituido como minoritario en la derecha es Vox, un partido de extrema derecha e ideología ultraconservadora, por decirlo suavemente. Si el PP, aunque sea el partido más votado, no consigue un número de escaños suficiente para gobernar en solitario, cosa que indican todas las encuestas, ya ha demostrado tras las elecciones municipales y autonómicas que no vacilará en negociar con Vox una coalición de gobierno o un gobierno en solitario con apoyo externo del partido ultra, que por su parte ya ha manifestado que pretenden entrar en el gobierno con todas las de la ley.

La entrada de Vox en el gobierno, o la asunción por el PP de muchos de sus postulados para un apoyo externo, es una situación de emergencia democrática. Vox es un partido profundamente retrógrado que pretende anular derechos y libertades. Pretenden restringir el derecho al aborto, a la eutanasia, niegan la violencia de género, quieren eliminar la ley de memoria histórica, son contrarios a la ley trans, a los colectivos LGTBIQ+, son racistas y xenófobos, instauran la censura allá donde pueden, como en Borriana, aprueban la educación segregada, favorecen detraer recursos de la sanidad y la educación públicas para traspasarlos a la privada y, en definitiva, para no ser prolijo, representan un franquismo 2.0.

Ante esta situación no se puede permanecer indiferente ni apático, ni dejarse llevar por la decepción con partidos y políticos. Tiempo y ocasión habrá para recriminarles su incompetencia, su cobardía y sus dislates, pero ahora la abstención no es una buena opción. Hay que votar y no en blanco, menos aun un voto nulo. En tiempos difíciles hay que hacer una profunda reflexión intelectual y tomar decisiones que en tiempos normales no se habrían tomado.

La ley electoral española es perversa, entre otras cosas, porque instaura la provincia como circunscripción electoral, en contra de la comunidad autónoma que sería mucho más lógico. Y ello es así porque es un sistema de reparto proporcional de escaños a partir del voto a listas cerradas calculado según la archifamosa ley d’Hondt. Dicha ley genera un reparto proporcional verdadero solo en provincias con poblaciones suficientemente numerosas con un amplio número de escaños a repartir, pero no cuando el número es limitado, como sucede en muchas provincias que reparten solo tres, cuatro, cinco escaños (Soria solo dos). En esos casos la proporcionalidad no se cumple y se favorece descaradamente a las listas más votadas, que se llevan todo el botín. Es por eso que el pretendido voto útil a los partidos mayoritarios no lo es en las circunscripciones intermedias como la nuestra, que elige a ocho diputados. Si una opción minoritaria consigue votos suficientes para superar el 5 % requerido, es casi seguro que consigue entrar en el reparto y tener al menos un escaño, que, en caso contrario, beneficiará probablemente a la lista más votada.

Teniendo todo eso en cuenta, yo votaré a Més Sumar. En circunstancias normales, nunca hubiera votado a Sumar y es poco probable que lo hubiera hecho a Més. Pero, como ya he dicho, las circunstancias excepcionales requieren de la toma de decisiones excepcionales. Aun así, no votaría a esta opción si el cabeza de lista fuera de Sumar. El hecho de que el primero sea de Més nos da la oportunidad de conseguir que, por primera vez, haya en el Congreso un diputado balear que pertenece a una opción política específicamente de Baleares, soberanista y no sometido a la disciplina de un partido estatal y eso es un plus demasiado importante como para dejar pasar la oportunidad.

En cualquier caso, el resultado, sea el que sea, debe ser aceptado sin reservas por todos. No sería una buena señal que se reprodujeran aquí hechos similares a los protagonizados por algunos trumpistas, y el propio Trump, en Estados Unidos, y por algunos bolsonaristas, y el propio Bolsonaro, en Brasil.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios