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Vivienda, violencia de género, guerras

martes 26 de noviembre de 2024, 05:00h

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Este domingo se produjeron en las principales ciudades de España manifestaciones por el derecho a la vivienda, la rebaja y control del precio de los alquileres y un impulso político decisivo por parte de las autoridades de todos los niveles, gobierno central, autonómicos y municipales; manifestaciones multitudinarias, sobre todo en las grandes ciudades, que es donde mayor es la problemática del acceso a la vivienda. Aquí en nuestras islas el problema es muy grave, sobre todo en Ibiza y Mallorca y no se prevé ninguna solución a corto ni a medio plazo.

Esta problemática viene produciéndose hace tiempo, no menos de veinte años y va a peor con el tiempo. Las políticas liberales y ultraliberales de dejar todo a la autorregulación del mercado no han funcionado, a pesar de que sigue habiendo gurús que continúan defendiéndolas. El principal argumento que utilizan es el de que la regulación no ha funcionado, pero no explican que la intervención mediante legislaciones promulgadas en los últimos años ha sido incompleta y ha permitido vías de escape a los propietarios, sobre todo a los grandes tenedores, en especial el alquiler de temporada y el de habitaciones. La falta de una política decidida y efectiva por parte de gobiernos socialdemócratas es sospechosa, tal parece que siempre procuran dejar una alternativa favorable a los grandes fondos de inversión, que imposibilite una mejora verdadera en un tema que tiene una incidencia social brutal y que puede degenerar en graves conflictos de consecuencias imprevisibles.

Es imperativo que los gobiernos, todos, actúen de forma rápida y coordinada, no hacer la guerra cada uno por su cuenta, a fin de empezar a solucionar una situación que está condenando a muchos jóvenes a no poder emanciparse y a muchas familias, incluso con empleos estables y salarios promedio, a no poder disponer de una vivienda digna o, alternativamente, a dedicar un porcentaje excesivo de sus ingresos al pago de la casa, con la consiguiente merma, en ocasiones dramática, de recursos para subvenir a las necesidades vitales.

Por otro lado, ayer lunes 25 de noviembre fue el día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer y la semana no pudo empezar peor, con dos mujeres muertas a manos de sus parejas o exparejas, una de ellas menor de edad, así como su asesino. Con estos dos homicidios ya son 42 en lo que va de año, en un insoportable recuento macabro que ya se ha cobrado 1.286 víctimas mortales desde 2003, año en el que se comenzó a contabilizar estos delitos. Son más que las causadas por ETA o por el terrorismo islamista en nuestro país. Y las muertes son solo la punta del iceberg, son miles y miles las agresiones, los maltratos, las vejaciones, las violaciones y las discriminaciones que sufren las mujeres en su día a día, en el hogar, en el trabajo, en el espacio público, en las redes sociales, en todos los ámbitos de la vida, públicos y privados, muchas de ellas sin denunciar.

Se ha hablado mucho y se han propuesto muchas posibles líneas de actuación a corto, medio y largo plazo, pero lo cierto es que el goteo sigue incesante y en aumento. Las autoridades deberán implementar medidas policiales, judiciales, educativas, preventivas y asistenciales, pero toda la sociedad en su conjunto y los varones en particular debemos reflexionar seriamente acerca de esta lacra y de cómo debemos cambiar nuestros comportamientos y, sobre todo, nuestra actitud mental y modificar los condicionamientos machistas que todos llevamos dentro, fruto de siglos, o milenios, de sociedad patriarcal.

Y no olvidemos que siguen activas dos guerras en nuestro entorno geográfico. La invasión de Ucrania por parte de Rusia, que lleva meses empantanada en una guerra de posiciones y está en pleno proceso de internacionalización, con la presencia de soldados norcoreanos y yemeníes en las filas del ejército ruso. Y la guerra múltiple de Israel en Gaza, Líbano, Siria, Cisjordania e Irán.

Está llegando la Navidad, época de reunión familiar y celebraciones íntimas y el panorama nacional, con la trifulca política en niveles paroxísticos, el internacional, con guerras, enfrentamientos y amenazas y el medioambiental, con la crisis del cambio climático avanzando a toda velocidad y sin que se vislumbren posibilidades de mejora, en especial después del fracaso (anunciado) de la recién clausurada cumbre del clima, no invitan al optimismo.

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