Con motivo de la celebración del Mundial, este verano se hablaba de fútbol en todos lados. En la calle, en barberías y en cafeterías.
Estos días se habla de tesis doctorales plagiadas, másteres y de la exhumación del cadáver del dictador. Mientras tanto, parece ser que solo unos pocos comentan sobre lo que realmente debería preocuparnos. Por supuesto, nada en televisión. Me estoy refiriendo a que los vientos de cola que llevaban la economía en volandas hasta hace poco han cambiado y ya se empieza a hablar de vientos de cara que, como todo marinero sabe, frenan el barco y requieren zigzaguear duro para poder avanzar.
La mayoría de la gente parece ser ajena al cambio de tendencia. Si el entorno económico nos afecta directamente a todos, sobre todo cuando vienen mal dadas, ¿por qué parece no interesar a la gente más que el fútbol, tesis falsas o dictadores? Muchos culpan a la caja tonta pero no son los programas de televisión los que alimentan la ignorancia. Simplemente ofrecen lo que la gente demanda. La ignorancia personal e intransferible y, por supuesto, previa a la elaboración de los contenidos televisivos.
El caso es que, aunque no a muchos parezca importarle, se dan señales que atisban tormenta en el horizonte. El crecimiento del PIB trimestral crece desde 2015 a tasas inferiores al 3%, esta semana el Banco Central Europeo ha bajado las previsiones de crecimiento, dejándolas al 1,8% y su presidente, Mario Draghi, habla de aumento de la incertidumbre. Por otro lado, la inflación, que viene aupándose por culpa del petróleo, está erosionando el poder adquisitivo de las familias que, por otro lado, no han visto apenas mejorar los salarios en los últimos años. Y se anuncia una subida de impuestos que lastrará aún más la renta disponible.
Por no hablar de la guerra comercial comenzada por Trump, los movimientos en contra del dólar de China y Rusia o las crisis económicas de Turquía, Argentina y Venezuela. Por cierto, China ha firmado un acuerdo con Venezuela y con algún otro país de América Latina para desarrollar más allá de África, su nueva Ruta de la Seda que, no es otra cosa, que establecer la base de su negocio futuro prescindiendo, cada vez más, de Estados Unidos. Y en Venezuela hay muchos recursos naturales, más allá del petróleo.
Si a todo esto se le añade el desmesurado tamaño de la deuda pública de los principales países desarrollados o, algo que ha pasado desapercibido aunque de importancia extrema, como es la retirada de compra de activos a partir del próximo mes de diciembre por parte del Banco Central Europeo, tenemos un cóctel cuyas consecuencias deberían preocupar a cualquiera. Pero parece que no.
Lo que se está eliminando son los estímulos en modo de inyección de dinero (billetes tirados desde un helicóptero, según analogía de Ben Bernanke, ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos) que ha llegado estos años a diferentes países europeos, sobre todo a España, para disimular los efectos de una crisis económica que aún no se ha acabado de superar. Cuando baje la espuma del champán, mantenida de manera artificial, se verán los posos.
Si Europa deja de comprar activos, la entrada de dinero en los Estados se interrumpe. Ese dinero que nos han estado prestando durante años es deuda y hay que devolverla con intereses.
Parece ser que el año más complicado será 2020. En él se concentra un gran volumen de vencimientos de la globalidad de la deuda pública española. También para grandes empresas privadas pertenecientes al Ibex 35. Atender el pago de la deuda pública (de manera prioritaria, según dice la Constitución Española tras la reforma sufrida en 2011), ceteris paribus, podría suponer desatender otros gastos, incluso, si llegara el caso, los de carácter social (prestaciones, subvenciones, etc) pudiendo llegar a crear una situación complicada para las familias. Eso con el mismo nivel de ingresos aunque siempre existe la posibilidad que se incremente la presión fiscal, complicando más aún el panorama.
Me quedé sin aliento cuando comentándolo con mi hermano Dani, experto en astrología, me dijo que en 2020 se acercan cambios drásticos en todos los ámbitos, sobre todo en la economía. El motivo aducido me es extraño pero no la conclusión. La causa es la entrada de Urano en Tauro junto a dos detonantes como son: la conjunción de Plutón con Saturno en enero de 2020 y de Plutón con Júpiter en abril de 2020 (transcribo literalmente). Plutón entre otras cosas significa transformación y Saturno "viejas estructuras" y Júpiter, justicia y expansión.
Me explicó que Urano representa cambios drásticos y tarda 84 años en dar la vuelta al sol y volver a su punto actual. La última vez que lo hizo fue en 1934 y a los dos años, estalló la guerra civil en España y posteriormente la Segunda Guerra Mundial. Urano acaba de entrar en Tauro en mayo de 2018 y estará ahí hasta 2026 ¿Volverá a estar dos años para llegar al punto álgido y hacer estallar la economía mundial? Muchas más coincidencias político-sociales con la actualidad tuvieron lugar hace 84 años, como el auge del independentismo en Cataluña, cercenado,en aquel entonces, por los vencedores de la Guerra Civil. No dejó de sorprenderme y me comprometí a profundizar en el tema.
Si no escuchan a la economía y las señales que ofrece, háganlo con los astros o con quienes les escribimos sobre el tema. No esperen a que la televisión lo emita porque lo hará cuando haya sido una realidad. El cómo se informen, me da igual, pero entiendan el problema que nos viene encima y sean previsores.
Parece ser que los vientos que vienen ya no son de cola sino de cara, es decir, parece que se acerca la tormenta y habrá que capearla. El problema es que el barco va muy cargado y cuesta maniobrar. La deuda y los intereses pesan mucho. Deberán afrontarse antes que cualquier otro tipo de gasto, por muy necesario que sea. Lo dice la Constitución. Mientras tanto, la televisión, con lo suyo.