La crítica situación vivida el pasado domingo en el Puerto de Palma, rozó la tragedia.
El moderno megacrucero Britannia, de la naviera P&O, la línea de cruceros más antigua del mundo (opera desde el siglo XIX), estaba atracado en el Muelle de Poniente. Con sus 330 metros de eslora, 44 de manga, 15 cubiertas y con capacidad para 3.600 pasajeros y 1.350 tripulantes, su imponente silueta favoreció el ‘efecto vela’ y que el fuerte viento registrado en el lugar donde permanecía atracado, fuese suficiente para romper sus amarras y dejarlo a la deriva dentro del puerto.
Lentamente, el Britannia fue desplazándose hacia el sureste, directo hacia el Dique del Oeste, en cuyo extremo se encuentra el pantalán de graneles líquidos, donde los petroleros fletados por Exolum (la antigua CLH) descargan el combustible procedente de la península.
Allí se encontraba atracado el buque Castillo de Arteaga, de 177 metros de eslora, construido en 2019, en plena descarga de gasoil.
El Britannia, con sus 143.000 toneladas, abordó por el lado de babor al petrolero, que tuvo que interrumpir la descarga cuando aún le quedaban 7.000 toneladas de diésel en sus bodegas.
El choque, además de la lógica alarma entre el pasaje del megacrucero, causó daños en el casco de ambos buques. Además, el crucero sufrió desperfectos en varios botes salvavidas, por lo que al día siguiente, tuvo que desembarcar 320 pasajeros antes de poder reanudar su travesía a las 20 horas del lunes, una vez que Capitanía Marítima comprobó que los desperfectos sufridos no impedían que pudiera continuar su travesía.
Uno de los pasajeros del Britannia pudo grabar con su móvil el momento del abordaje, que dañó en un 20 por ciento la instalación de descarga de combustible, que quedó suspendido hasta que el miércoles a las 4:00 de la madrugada, pudo reanudarse con seguridad en la parte de la instalación que no sufrió desperfectos.
Seis pasajeros del Britannia resultaron con heridas leves a consecuencia de la rotura de amarras y la posterior colisión con el petrolero.