Vicenç Torres Costa, nace en la barriada de El Jonquet de Palma el 17 de febrero de 1950. Aquel año Mallorca se convertía en el atractivo de moda turística escogido por los viajantes españoles y europeos. 98.000 turistas pasaron por la isla, la campaña más famosa; “Luna de miel en Mallorca”, nacían; Stevie Wonder, Ed Harris, Camarón, Mark Spitz, Peter Gabriel, se le conoce como el año del “Maracanazo”, porque Uruguay se alzaba con la Copa del Mundo de fútbol al derrotar en la final a Brasil el país anfitrión, Richard Lawler realizaba el primer trasplante renal en el mundo, la dictadura franquista ordenaba el fusilamiento del anarquista Manuel Sabater Llopart, un terremoto en la ciudad del Cusco en Perú destruiría casi toda la ciudad y dejaría 1581 muertos, Estados Unidos y la Unión Soviética iniciaban la Guerra Fría, se editaban; El camino de Miguel Delibes, El laberinto de la soledad de Octavio Paz, Crónicas marcianas de Ray Bradbury, Yo Robot de Isaac Asimov, en cine se estrenaban; Eva al desnudo, La jungla del asfalto, La isla del tesoro, y la Jungla del asfalto entre otras, Palma contaba con 133.397 habitantes.
Su infancia transcurrió en un barrio de pescadores, entre molinos harineros que oteaban a la Bahía de Palma, un cartel de Jack el Negro en el muro desvelaba que poco tiempo atrás uno de los molinos había estado ocupado por la emblemática discoteca.
¿Qué recuerda de aquellos primeros años?
La plaza del vapor con la fuente pública, jugar a la pelota, al escondite, las casas pequeñas y encaladas, gran parte del día se vivía en la calle, las callejuelas, la sala de juegos y futbolines Condal. Mis padres compraron una tele y los vecinos venían a casa con su propia silla y mi padre que tenía muy buen humor hacía de acomodador. Recuerdo con mucho afecto las jornadas especiales de tres horas de cine, dos películas y el NO-DO, o bien en el Cine Victoria o en el Moderno, la gente fumaba en el interior, comprabas entrada, un pastelito y una gaseosa por dos pesetas.
Sus padres, Toni natural de Ibiza fue empleado de Agama y María nacida en El Jonquet, se ocupó de las labores de casa.
Vicenç fue a la Escuela de Don Juan en la calle Bayarte y rememora días en los que considera la educación del colegio con demasiados castigos, la bofetada a un alumno o golpearle los nudillos con un palo era frecuente.
¿Cómo pasó su adolescencia?
No tengo las mejores sensaciones, porque a los doce años ya trabajaba haciendo recados. Tuve que abandonar el colegio a esa edad porque me emplearon colocándome en la sección femenina de la Falange. Más tarde saqué el Certificado de Estudios. Cuando terminaba la jornada de trabajo me iba con un amigo a Artes y Oficios para aprender dibujo y un profesor al vernos tan jovencitos, nos dijo; ¡quedaros por aquí! Estuve aproximadamente hasta los quince años, me cansé y renuncié a seguir. Empezábamos a salir con chicas.
La minifalda se puso de moda, Joselito, Marisol, Rocío Durcal eran los niños prodigio encumbrados al estrellato, tiempos del Duo Dinámico, Beatles, Rolling Stones, de hippies, de vespas, de biscuters, de 600, de la llegada a la luna, de la guerra en Vietnam, de Woodstock.
A los quince años viajé a casa de mis tíos que vivían en Paris. Lo viví como una inolvidable experiencia.
A los diecisiete regresé a Artes y Oficios con muchas ganas y conocí a gente que luego además de amigos, ha sido referente en el mundo del arte, como Pep Canyelles, Ramón Canet, Angel San Martí, Rafael Amengual. Asistimos a las primeras clases de dibujo al natural, era la primera vez que veía una mujer completamente desnuda.
Fue una etapa importante en cuanto a conocimiento y a técnica. Pero todo cansa y después de tanta figura, nos unimos unos cuantos y montamos el Grupo Criada. Nos tomamos el arte como un movimiento y ponernos en contra de aquella pintura clásica ligada al régimen, nos creó no pocos problemas. Al principio estaba con nosotros el escultor Miquel Morey, un personaje peculiar en los ambientes artísticos de Palma. Se marchó a la península y no volvimos a saber de él. Coincidí con otro artista al que siempre admiré, Gerard Matas que pertenecía al Grupo Tago. A lo largo de los años, hemos sido muy buenos amigos.
En 1971 hice una exposición colectiva con Damià Jaume y Tomeu Cabot en El Rincón del Artista y una individual en el Hotel Bellver.
A la edad de veinte años, el servicio militar obligatorio…
Me obligaron a firmar como voluntario en COE como boina verde. Era una dura disciplina y para evitar ciertas penurias me inscribí para cabo. Aprendí sobre explosivos, sobre supervivencia, físicamente me sentía algo apurado, asistíamos a intensas jornadas de judo, escalada, submarinismo. Cuando acabé, me presenté a oposiciones y entré a trabajar en correos. Me hice anarquista y me incorporé al grupo sindicalista.
En 1972 su amigo Pep Canyelles, le presenta a su amiga Carme Roig con quien mantuvo un noviazgo, hasta que en 1976 se casan.
Ser empleado del servicio de Correos, le permitía disponer de las tardes libres y prestarlas a la pintura. Trabajó durante 35 años.
¿Y cómo hacía para ser anarquista, pertenecer al grupo sindicalista y trabajar para una empresa de ámbito estatal?
Recuerdo una época en la que me sentía lleno de fuerza, tendría unos veinticinco años. No obstante debo reconocer que uno de los jefes de correos me protegía, entendía mis ideales, tal vez porque tenía a un hijo de similar edad a la mía y también contrario al régimen, Agustí Villaronga que lleva años siendo un reconocido cineasta.
Vivió desde niño en El Jonquet en la casa que había habitado la abuela, después su madre y finalmente él.
En 1974 expuso en la Galería 4 Gats de Ferrán Cano, lugar de referencia para aquel movimiento artístico contestatario, en 1978 con Pep Canyelles en el Museo de Mallorca.
Cuando dejamos el Grupo Criada, la gran mayoría estábamos muy afectados por la actividad y por la presión que habíamos sufrido. Yo dejé la ciudad y marché a vivir a una casa de campo en las afueras de Santa Eugenia. Necesitaba poner calma a mis emociones. Carme y yo nos dedicamos a la meditación, nos documentábamos sobre temas místicos, espirituales y durante un tiempo Carmen hacía terapias alternativas.
En 1981 nace su hijo Adrià que en la actualidad se dedica a la hostelería, en 1983, Ernest que vive en Barcelona y es informático, escribe pinta y esculpe. Tras 25 años de matrimonio Carmen y Vicente se separaron.
Estando en Santa Eugenia realicé dos exposiciones en las que sentí que mi trabajo no estuvo a la altura de lo que pretendía. Fue en 1985 en la Galería Joaquín Mir de calle Concepció de Palma.
En 1987 necesitaba dar un cambio y poco a poco su manera de interpretar se trasforma, adquiriendo una singular personalidad.
Me ayudó mucho en 1989 conocer a Guillem Frontera que tenía la Galería Vissart. La relación profesional y personal supuso un determinante impulso para mí. Fue el periodo de exhibir mis obras fuera de Mallorca.
Desde que en 1971 presentase su primera individual, sus piezas han sido reconocidas por la crítica, por el público, han obtenido diversidad de premios, han recorrido espacios esenciales de la geografía mallorquina, además de Washington, Sevilla, Valencia, Pontevedra, Barcelona, Berlín, Madrid, Alicante, Eivissa, Roma, Bilbao, Menorca, entre otros.
Varias veces repitió colectivas con los mismos compañeros de reparto; Pep Canyelles, Ángel San Martí, Joan Bennàssar y Gerard Matas.
En 2001 conocí a Isabel y en 2005 adoptamos a Marc un hijo de acogida. Un tiempo después Isabel y yo dejamos nuestra relación.
¿Cuáles han sido sus aficiones?
Mis aficiones están directamente relacionadas con el arte, la cerámica, el ballet, la literatura, el arte africano, la música variada en general, la novela de los clásicos, Dostoievski, Tolstoi.
Si le pusiera alas y raíces a la alegoría que describe en sus oníricas reflexiones, si a las metamorfosis de sus figuras humanas las indujera a respirar bajo un cielo inexistente, si en sus escenarios de realidad inmaterial me sobrepongo a la hipótesis de haber vislumbrado espíritus de árboles danzando sobre rituales de fuego, si a los vegetales ocasionados en su literatura surrealista les sugiero la lluvia y el viento, no haría otra cosa más que discernir en torno a los fantasiosos paisajes a los que Vicente nos tiene acostumbrados.
¿Cómo define su personalidad en el taller de creación?
Me apasiona el arte figurativo, la figura humana, los rostros, primero fue con el óleo, ahora con acrílico. Me dejo llevar por la improvisación y que la obra adquiera independencia, en esa especie de sueño uno no puede tener prisa y me convierto en un transformador de imágenes, inventando seres, paisajes insólitos, que adapto a nuestra cotidianeidad.
Un momento especial…
Mi primer viaje en 1972/1973 con Ángel San Martí y su esposa, con Ángel Muesa, él ponía el coche. Viajamos en plan hippie, con tiendas de campaña. Pasamos por Barcelona, atravesamos Francia, Alemania, Suiza, llegamos a Oslo para entrar en el Museo de Munch, estuvimos en Holanda y visitamos el museo Van Gogh, y otros. Me impactaron las obras de la mayoría de los museos y el concepto de las prostitutas de Ámsterdam.
Una experiencia emocional con la pintura…
Todavía me ocurre algo curioso, parecido a cuando era niño que nunca quise vender un dibujo, no me gusta la especulación, el mercadeo. Me agrada que la gente reconozca el trabajo del artista y lo dignifique.
De niño, mis amigos eran mis primeros admiradores, me daban su opinión y años después cuando la gente venía a mis exposiciones me daba cuenta de que aquella situación ya se había creado en mi infancia.
¿Qué puede decirme de cómo afecta el estado de ánimo en un artista?
Hay veces en que tu estado de ánimo está debilitado y en lo emocional te afecta negativamente, es esa época en la que cuesta salir de la espiral descendente y debes reaccionar para recuperarte. No hay nada como sentir la intensidad en la necesidad de crear.
En Ibiza con una colección itinerante…
En 2020 con Ángel San Martí y Miquel Segura expusimos en el Ajuntament de Sant Josep d’Eivissa y poco antes de inaugurar, pensamos que no habría público y nos pusimos a tirar de contactos. No faltó nadie.
¿Qué puede destacarnos de su presente y de su futuro?
Desde la pandemia ha costado, pero proyectos, pensamientos, ideas, siempre están en marcha. Disfruté este pasado año de participar en una exposición colectiva en el Ajuntament de Calvià, de estar otra vez cerca de los amigos y percibir que recuperábamos la normalidad.
Habían pasado unas horas y aquellas aves y seres dispuestos y colocados a ambos lados parecía que hubieran escuchado atentamente. Por momentos tuve la impresión de que al observarlos se detenían de un movimiento de ensoñación. Pensé que tal vez al repasar las instantáneas de Francisca, estas nos descubrirían algo misterioso.
Marchábamos de casa de Vicenç Torres con la complacencia de haber sumado valor a nuestra colección de testimonios artísticos.
Texto: Xisco Barceló
Fotografías: Francisca R Sampol