Viajes de fin de curso y coronavirus

Las imágenes de fiestas de jóvenes sin control ni ninguna medida de prevención frente al coronavirus abundan los últimos días en Mallorca, muchas de ellas relacionadas con viajes de fin de curso. Esta irresponsabilidad se suma a las ya habituales de los botellones y las fiestas ilegales que han proliferado desde el fin del estado de alarma y mientras se sigue esperando la reapertura controlada de los establecimientos del ocio nocturno.

Los viajes de fin de curso son terreno abonado para el desfase juvenil, con el agravante este año de que la pandemia sigue su curso y el riesgo de contagios entre este grupo de población no disminuye. Como ejemplo, los 32 estudiantes de Elche que se contagiaron en un viaje a Mallorca tras concluir el Bachillerato. Este brote ha sido el primero de una lista que sigue creciendo afectando a centenares de jóvenes de toda España. En este viaje, del 12 al 18 de junio, convivieron con estudiantes de otras comunidades autónomas, que también han notificado sus respectivos brotes al Ministerio de Sanidad, participando en diferentes fiestas y actividades lúdicas. A la vuelta a sus localidades, aparecieron los síntomas y los positivos en las pruebas del coronavirus.

En Baleares, Salut ya ha alertado del riesgo creciente de contagios entre los jóvenes con edades comprendidas entre los 16 y los 29 años. Por ello es especialmente preocupante la falta de control sobre las actividades de los grupos de estudiantes en los viajes de fin de curso, que mayoritariamente recalan en el Arenal, aunque no son extraños en otras localizaciones. Ejemplo de este desfase lo hacía público este miércoles mallorcadiario.com al publicar el video en el que decenas de jóvenes -menores en su mayoría, según los denunciantes- bailaban y cantaban sin mascarillas ni distancia en una ruidosa fiesta de fin de curso.

El respeto de las normas no es sólo una cuestión legal -que también-, sino que forma parte del más elemental sentido común, al menos mientras se sigan produciendo contagios y los grupos más jóvenes permanezcan aún sin vacunar. No sólo su salud está en juego; también la de todos aquellos con quienes conviven o frecuentan.