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Viajar con precaución

martes 13 de agosto de 2024, 05:00h

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Este doce de agosto se han cumplido diez años de la primera muerte por el virus Ébola en Europa. Se trataba de un religioso que había contraído la infección en Liberia, mientras trabajaba en un hospital de Monrovia, la capital, atendiendo a pacientes infectados durante la epidemia que afectó aquellos años a diversos países del golfo de Guinea en el África Occidental.

No fue sin embargo la primera muerte en suelo europeo por una fiebre hemorrágica vírica de origen africano. En 1967 se detectaron diversos brotes epidémicos en las ciudades alemanas de Marburg y Frankfurt y en Belgrado, entre trabajadores de laboratorio de una planta industrial que habían estado en contacto con tejidos procedentes de monos cercopitecos verdes africanos infectados. Se identificaron 31 casos, de los que siete fallecieron. El virus, hasta ese momento desconocido, se denomina desde entonces virus Marburg.

Estos casos son excepcionales, pero no se debe ignorar el hecho de que el contacto cada vez más frecuente con la fauna silvestre facilita el intercambio de gérmenes entre los animales salvajes y los domésticos y nosotros mismos y más aun con el aumento continuo de los viajes llamados de aventura, a lugares exóticos y con el propósito, precisamente, de interactuar, aunque sea a distancia prudencial, con especies en su medio ambiente.

Cuando se viaja, en especial a destinos donde determinadas enfermedades infecciosas son endémicas, las condiciones higiénico-sanitarias no son óptimas y la atención médica es deficiente, es prudente, obligatorio diría, informarse bien de la situación real y de las medidas a tomar. Las agencias de viaje suelen proveer toda la información necesaria y siempre se puede acudir al servicio de sanidad exterior para estar al día. Para muchos destinos hay toda una serie de vacunas obligatorias, que deben demostrarse mediante el certificado internacional de vacunación, pero también hay vacunas recomendadas, que también deberían administrarse. Además, se deberá tomar la profilaxis para el paludismo cuando se viaje a una zona endémica. Y todo ello teniendo en cuenta los plazos necesarios antes, durante y después del viaje.

Además de vacunas y quimioprofilaxis, hay que seguir y respetar todas las recomendaciones generales: protección contra picaduras de mosquitos y otros insectos, solo beber agua embotellada de botellas que abramos nosotros mismos, no consumir ensaladas ni alimentos crudos a no ser que tengan piel intacta y los pelemos nosotros mismos, no bañarse más que en zonas específicamente seguras, no consumir bebidas con cubitos de hielo y todas las que nos hagan las autoridades y los guías.

Volver de un viaje con pasajeros indeseados dentro de nuestro cuerpo puede ser desde leve a muy grave. No es ninguna broma regresar con un paludismo, una esquistosomiasis, una filariasis o una tripanosomiasis. Tampoco lo es retornar con un cólera, una fiebre amarilla, un dengue o una disentería. En algunos casos las infecciones pueden pasar desapercibidas, cronificarse y acabar produciendo daños severos e incluso la muerte.

Viajar es una actividad muy recomendable y gratificante, pero con las precauciones adecuadas. No podemos prever los accidentes y los fenómenos naturales, pero sí podemos poner todos los medios a nuestro alcance para evitar los contagios. Y si a pesar de todo al volver tenemos síntomas que nos hagan sospechar que podríamos haber contraído alguna infección, debemos acudir a nuestro médico y ponerle al corriente de lo que nos ocurre, de todos los lugares donde hemos estado, de todas las medidas protectoras que hemos observado y de todas las conductas de riesgo en que hemos incurrido.

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