Valores

El pasado domingo me encontraba en casa holgazaneando y vi un trozo de la final de la Supercopa de España de fútbol femenino. El Barça (ahora sus seguidores hablamos de futbol femenino, el masculino flojea) vapuleaba en esta ocasión al Atlético de Madrid, que no hacía sino todo lo que podía para defenderse. El resultado, un escándalo, siete a cero. Pero eso, ante determinadas actitudes, no tiene importancia.

La prensa de ayer sacaba en portada el manteo que las jugadoras del Barça dieron a Virginia Torrecilla, adversaria que ha vuelto al futbol tras superar un cáncer, palabra maldita, por cierto.

Esta joven, Torrecilla, Virginia, mallorquina y capitán de la selección española, sufrió la terrible enfermedad y la superó, y sus rivales en el césped lo celebraron con ella. En el futbol masculino, que ha dejado de ser un deporte para ser un negocio, muy pocas veces se ven situaciones deportivas como la ocurrida el domingo. Se nos habla de poner límite a los salarios indecentes del 'fair play financiero', y es que los jugadores, en definitiva, no son más que unos peones del gran negocio del futbol. Pero fair play o deportividad escasea.

No solo es bonito que mantearan a Torrecilla, es que se alegraban de verdad de su recuperación y transmitían valores como la solidaridad, limpieza de espíritu, bondad, deportividad. En el partido compitieron, pero después celebraron algo mucho mayor que la entrega de una copa o la celebración de un triunfo; celebraron la salud y la vida de una compañera de trabajo, y eso, se lo digo de corazón, me parece muy bonito.

Asociamos, inevitablemente, la palabra cáncer a dolor, sufrimiento e incluso muerte, pero Virginia Torrecilla es un ejemplo de superación; no la conozco, pero me encantaría conocerla y transmitirle mi admiración y respeto por la entereza mantenida en su lucha con el mal de los males.

La medicina, afortunadamente, avanza, pero todos tenemos conocidos, próximos, más o menos, directos o indirectos, que han padecido o incluso han fallecido víctimas de esa maldita enfermedad. Siempre demasiado pronto y, muchas veces, de forma traidora, ataca a los mejores. He visto muchas, demasiadas, luchas heroicas ganadas a veces por la persona y otras por la enfermedad.

De un tiempo a esta parte, no quiero alarmarles, he visto gente más o menos próxima luchar contra ese mal, pero lo vivido estos últimos días ha sido aún más maravilloso. Unos cuantos amigos se han liado la manta a la cabeza y se han ido a visitar a una persona querida desahuciada. Le han dado alegría, unos días de paz y amistad, sin lágrimas y conteniendo emociones. Llenándole la habitación de imágenes de los buenos momentos, de cuando había salud. Salud. ¡Cómo la valoramos cuando nos falta!

Yo quiero en mi vida gente como esta. Gente que conduce horas y horas para compartir un rato con alguien que está a punto de partir, sin importarle el camino hecho, la gasolina quemada o los planes suspendidos. Eso es gente buena. Gente de buen corazón que, además, dicen que lo hecho no tiene ningún mérito, que en eso consiste ser amigo. ¡Qué gran lección de vida!

A veces, nos distanciamos de gente por estupideces, y la gente de verdad buena mantea a una rival para celebrar su curación; eso es amistad, amor, bondad. Visitar al enfermo por la Iglesia Católica se considera una obra de misericordia. No es algo nuevo la obligación que tenemos todos de cuidar a los enfermos o a los desvalidos; es algo que debería ser inherente al ser humano.

Demasiadas veces les hablo de gente pequeña que se dedica a la política y les pongo sobrenombres en ironía por algún motivo de escasa importancia; parece que el mundo gira en torno a esas personas que se dedican a la res publica, gente que hace posados al teléfono para parecer importante o estupideces semejantes, cuando de verdad el mundo gira alrededor de las personas de las que les hablo, de la gente buena.

Hay muchos más de los que creemos. Pau Donés fue un ejemplo de valentía y esfuerzo desgarrador con su testimonio. A veces, liberarnos de parásitos y gente tóxica nos permite conocer a personas de las que les he hablado, a las que admiro, a las que me gustaría parecerme, a esos que llamamos héroes sin capa, a los que cada día saludamos sin conocer su hoja de servicios, la capacidad de ser bondadoso.

Esa es la gente que quiero en mi vida. Cada día aprendo de ellos. Gracias por tanto.

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