Una vez más la naturaleza nos ha enseñado sus garras y nos ha recordado que, por mucho que avancemos los humanos, la madre tierra es la que marca las normas y que nosotros poco podemos hacer.
A día de hoy se contabilizan al menos 217 fallecidos en Valencia y casi 90 desaparecidos, por las inundaciones que han desgarrado a todo el país.
No es la primera vez que esto sucede en tierras valencianas, donde al igual que en otros lugares y como ha ocurrido en nuestras amadas islas, la naturaleza está por encima de la avaricia del ser humano y nos demuestra que, donde nosotros destrozamos la tierra, ella puede volver a resurgir a llevarse con su furia todo lo que se encuentra a su paso.
Una verdadera tragedia asola las tierras levantinas, con muertos, destrucción y miedo ante lo inevitable.
Ahora toca pasar el duelo y volver a construir desde cero.
En estos casos, no importa quien seas, lo que tengas o dejes de tener, cuando la naturaleza decide invadirlo todo, no existen títulos nobiliarios, ni riqueza alguna, ella acampa a sus anchas, demostrándonos su poder.
Pero es curioso, en una de las poblaciones valencianas, Alzira vive el triste récord de llevar 18 riadas catastróficas en los últimos 6 siglos.
Esta ciudad parece crecer siempre sin valorar la amenaza del río Xúquer, quien cada unos cuantos años, le vuelve a demostrar a todo el mundo que él sí marca el destino de los habitantes de la comarca.
¿Por qué el ser humano puede ser tan ingenuo de pensar que esto no sucederá y que puede estar por encima de la naturaleza?
¿Cuál sería la situación lógica ante semejante catástrofe?
Tal vez si comenzáramos a escuchar a la Madre Tierra, estos horrores serían evitables, o por lo menos no serían tan devastadores.
Si todos tuviéramos estas capacidades, estoy convencida que gran parte de nuestras desgracias desaparecerían, tendríamos muchas menos enfermedades y nuestras vidas serían mejores.
Pero las personas nos resistimos a cambiar, a ver más allá de lo que está ante nuestros ojos y seguimos pensando que esta batalla puede ser ganada.
¿Cómo podemos ser tan inconscientes de olvidarnos de esa gran verdad?
La naturaleza siempre vence, la vida nos enseña cada día que es así, pero seguimos luchando en contra de las señales que ella misma nos envía.
Tal vez habrá que esperar unos cuantos milenios más a que el hombre sea consciente de que el único camino posible es hermanarnos con ella en lugar de invadirla constantemente, dañándonos a nosotros mismos.
Desde aquí mi más sentido pésame por esas víctimas y sus familias que hoy les lloran, sin consuelo alguno, más que el recuerdo que les quedará de los seres que un día amaron.
Intentemos escuchar y amar a la naturaleza para que ella sea buena con nosotros y consigamos un mundo feliz y en paz.