Athos, Aramis y Prothos son los tres mosqueteros, el cuarto D’Artagnan, según el relato de Alejandro Dumas. Unos para todos y todos para uno era su lema. La historia, en el Mallorca, se cuenta al revés: fueron todos contra uno y uno contra todos. Sin olvidar al cameo del cardenal Richelieu, el que ha salido del club con medio kilo en el bolsillo y no aparece por ningún lado. Siguiendo con el símil, más por la consigna que por el argumento, la figura del rey Luis XIII recaería en la figura de don Miguel Angel Chamorro González, magistrado-juez del Mercantil número 8 de Barcelona, quien acaba de interferir en la convención y reconvención de las demandas entre Gabriel Cerdá, el peor presidente histórico del club, y Serra Ferrer, evitando que ganaran los malos.
El serrismo, como algunos califican a uno de los dos bandos que la sentencia aludida describe con disección cirujana, no existe. Existe la Justicia y se acaba de pronunciar. No ocurre como con aquellos dos yankees, retratados en la magnífica película Los Profesionales, de Richard Brooks, encarnados por Lee Marvin y Burt Lancaster, quienes irrumpen pegando tiros en el bando rebelde de la revolución mejicana y terminan por confesar que lo hicieron sin saber nunca a ciencia cierta quiénes eran los buenos y quiénes los malos. En Son Moix no hay confusión posible según el mismo texto jurídico.
En la excepcional Gringo Viejo, de Luis Puenzo, basada en la obra de Carlos Fuentes, Gregory Peck se sorprende ante la indiferencia de un campesino tras la entrada en su pueblo de las fuerzas de Pancho Villa que van a liberarlo del yugo imperialista. El hombre, espectador impasible del desfile de armas todavía humeantes y ruidosos combatientes, explica su escepticismo: este territorio ya ha sido tantas veces conquistado y reconquistado, que ya no se sabe quién es el opresor, aunque sí quienes son los sometidos.
¿Por qué será que esa villa imaginaria me recuerda tanto y también al Mallorca actual?