En el verano más atípico que se recuerda, el templo de las luces de neón y las noches de desenfreno británico está apagado y en silencio. "En Magaluf este año es todo radicalmente diferente", cuenta el sargento Méndez, jefe del turno de noche, a este medio.
Reunidos en círculo en la plaza del SATE de Punta Ballena y con las preceptivas mascarillas y distancia interpersonal, una docena de agentes de la Guardia Civil de Calvià y la USECIC, escuchan el briefing con las novedades y órdenes para la noche y se distribuyen en sus todoterrenos para realizar controles a vehículos.
El Govern: "No queremos turistas de excesos, que no vengan"
Ordenan el cierre de cinco calles de Magalug y Platja de Palma
Leer más
Algo impensable a esas horas en cualquier otro verano sin coronavirus. Lo normal sería encontrarse un hervidero de jóvenes británicos -entre 5.000 y 6.000 diariamente-, por las calles de Magaluf, enloquecidos por los efectos del alcohol y las drogas. Además, los delincuentes asociados a este tipo de turismo de excesos -vendedores de top manta senegaleses reconvertidos en pequeños traficantes de droga, supuestas prostitutas nigerianas que asaltan y roban a sus víctimas cuando se dirigen al hotel perdidamente ebrios- llevarían ya semanas merodeando por la zona y haciendo su agosto desde mayo o junio.
Sin embargo, la pandemia lo ha cambiado todo. Hay contados hoteles abiertos -con un aforo máximo, además, del 70 por ciento- y los pocos bares que continúan en marcha han de cerrar como tarde a las dos de la madrugada. Adiós a las noches infinitas.
PUNTA BALLENA, UN DESIERTO
Ni siquiera los tres pubs de Punta Ballena que sí habían levantado la barrera, continúan ahora en activo. El Govern balear les ha obligado a cerrar -a ellos y a todos los negocios de esa y otras dos calles de Magaluf- después de que unas imágenes de un grupo de jóvenes desfasando en Punta Ballena se colgaran en redes sociales y llegasen a los tabloides británicos y alemanes.
El Ejecutivo de Armengol, en una acción sin precedentes, decidió echar el cerrojo a las calles más problemáticas y, "muerto el perro, se acabó la rabia".
"No obstante, nuestra labor de control sigue intacta", relata el sargento Méndez desde el control a vehículos montado en uno de los accesos a Magaluf. "Lo que sí ha habido que hacer es adaptarse a esta nueva normalidad". Un verano cualquiera, a medianoche ya habría actuaciones urgentes por peleas, agresiones con arma blanca, desórdenes y daños en hoteles, violencias de género o balconing.
De hecho, en un verano normal, la oficina del SATE llevaría ya semanas abiertas recogiendo denuncias cada noche y este año, aún no está en marcha (se espera que abra la semana que viene).
"Este año habrá que ir viendo cómo se comporta la temporada, casi de día en día. No hay una previsión clara. En lo que sí vamos a incidir es en la presencia en calles y en la colaboración activa con hoteleros, empresarios de la zona y Policía Local de Calvià, con quienes mantenemos una excelente relación", relata el sargento, si bien los municipales se centran más en cumplimiento de ordenanzas y la Guardia Civil se focaliza en seguridad ciudadana.
El sargento explica a mallorcadiario.com que ha mantenido diversas reuniones con directivos de establecimientos hoteleros de la zona para exponer los servicios y trazar la estrategia. "Los que han abierto nos evidencian que esta temporada es imposible aventurarse en predicciones, hay mucha incertidumbre".
CONTROL A VEHÍCULOS HASTA LAS DOS DE LA NOCHE... QUE MAGALUF ECHA EL CIERRE
Durante el control, los agentes paran a diversos turismos y examinan su interior. Verifican que el conductor y los ocupantes no están pendientes de ninguna orden judicial y que cumplen las normas (este año, a las habituales se suma el uso de mascarilla en caso de viajar personas no convivientes), y también comprueban que no transportan droga o armas.
Porque, volviendo a la frase 'en un verano normal', lo habitual sería dar con cocaína, pastillas, cuchillos, navajas o bates de béisbol. Lo habitual sería detectar la llegada en autobús de las prostitutas nigerianas provenientes de Palma. Pero no es un verano normal y el mismo dispositivo a estas horas sería impensable en escenarios anteriores. "Entre las 12 y las 2 de la madrugada no estaríamos montando un control como éste, sería imposible. Ahora estaríamos corriendo de servicio en servicio"- Hasta el amanecer, que es cuando los jóvenes se van a dormir y se calman las aguas.
Esta noche, en cambio, las aguas se calman mucho antes, a las dos de la madrugada. El decreto de la nueva normalidad del Govern establece que a dicha hora deben cerrar todos los negocios de restauración y en Magaluf, lo poco abierto se va apagando. "Desde el punto de vista policial, esto es casi como un invierno con calor", afirma el sargento.
Pequeños grupos de turistas regresan a su hotel cuando pasan frente a los guardias civiles. Todos llevan la mascarilla puesta, por lo que no hace falta llamarles la atención. "¿Os gusta Punta Ballena así? ¿Es lo que esperabais?", les preguntamos a unos chicos de Manchester que agotan sus últimas horas en la isla. "Es raro pero la fiesta nos la montamos de otra manera", contestan.
La fiesta se la montan de otra manera... O en otra parte. Los efectivos policiales sospechan que, de seguir así, los turistas de la zona terminen moviéndose a Santa Ponça o incluso Palma en busca de movimiento. "Estaremos pendientes", concluyen. Será, desde luego, un verano muy diferente.