Nunca me ha gustado opinar en casa ajena, eso quiere decir a demasiada distancia del objeto sobre el que tengo que expresar mi parecer. Hoy hago una excepción porque, como ya he escrito otras veces, las ruedas de prensa de jugadores y entrenadores ya sean antes o después de los partidos, es decir previas o posteriores al resultado, cada vez son más fútiles y dar con una rara avis en medio de tanta pregunta retórica y su correspondiente respuesta tópica constituye un estímulo y, en cierto modo, un punto de esperanza.
Ni siquiera el descalabro monumental del Barça en Roma ha sido capaz de generar un análisis meditado, coherente y original acerca de la causa que frena invariablemente su escalada europea. Solo Busquets ha sido excepcional: “lo malo de esto es que no creo que nos sirva para algo”, de lo que se deduce la ausencia de reflexión interna, del menor acto de contrición y, como sería preceptivo, propósito de enmienda.
Ni Vilanova, ni Luis Enrique ni ahora Valverde han dado con la tecla. El primero heredó el “Guardiola style” ,sobrevalorado tras lo que hemos visto por su trayectoria en Munich y Manchester, mientras que los otros dos, con métodos y personalidades muy diferentes, se han estrellado en la misma curva de la autopista. ¿Por qué?. Si volvemos a la afirmación del medio de cierre titular del equipo y de la Selección, quizás se nos permita pensar que, si para que una cosa cambie no se pueden repetir los mismos hechos, el problema, llámenle el director del cotarro, continúa donde estaba. Han variado los entrenadores sí, pero nada más. ¿Capisce?