La lucha contra los efectos del cambio climático está en el centro de la acción política de todas las administraciones e instituciones, no sólo de Baleares, sino también del conjunto del país y de la Unión Europea. Eso explica el impulso que se da a toda medida tendente a la descarbonización y a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, también a sectores que hasta ahora habían quedado al margen de este proceso, como el transporte aéreo y el transporte marítimo.
Las navieras que operan en la Unión Europea están obligadas a participar a comprar derechos de emisión de gases contaminantes a partir del año 2024 y a sustituir, progresivamente, los combustibles fósiles que vienen utilizando. Además, deben poder ser capaces de recibir energía eléctrica al margen de sus generadores cuando están atracados en los puertos.
Para ello, la Autoridad Portuaria de Baleares (APB) ha llevado a cabo una costosa inversión, 12,3 millones de euros, sufragada en un 40 por ciento con fondos de la UE, para instalar ‘cold ironing’ en los puertos de Palma, Alcudia, Maó y Eivissa, lo que permitirá a los ferris conectarse a la red eléctrica y parar sus motores, lo que hará que se reduzcan las emisiones y también el ruido generado por los buques en puerto.
El ‘cold ironing’ del muello de Paraires ya ha pasado las pruebas de conexión con un ferri de Baleària y se está a la espera de que la APB licite la prestación del servicio a una operadora, de forma que en pocos meses entre en servicio con total normalidad.
Sin embargo, es evidente que dos puntos de conexión en todo el puerto de Palma parecen algo simbólico, teniendo en cuenta los ferris de distintas navieras que operan a diario en la capital. Si a esto le sumamos que los cruceros y megacruceros no pueden ser conectados a la red eléctrica, cuando son los que emiten más partículas contaminantes y gases de efecto invernadero, la electrificación efectiva y real del puerto de Palma sigue siendo una asignatura pendiente.