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Una bola de nieve

Por Sebastià Salas
martes 04 de diciembre de 2018, 10:59h

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Las elecciones en Andalucía han dado un vuelco al panorama político estatal. Unas elecciones regionales, han sido planteadas por unos y otros en clave estatal. De entrada, por las constantes y recurrentes apelaciones a Cataluña y el conflicto territorial que planea sobre España. En segundo lugar, por la implicación de los líderes nacionales en las campañas monopolizando incluso la imagen de sus propios candidatos. Y, en tercer lugar, por los efectos que se auguran sobre la política estatal.

España vive en un constante trajín, de un lado a otro, donde las reglas que rigen la política y la sociedad son la polarización y la inestabilidad. Del primer atributo, entendido como el aumento de los discursos y mensajes extremistas rozando en algunos casos, el racismo, la xenofobia y la crispación. Del segundo adjetivo, inestabilidad entendida como el cambio constante, lo cual nos acercaría más al concepto de volatilidad o cambio permanente. Estas características que rigen el sistema de partidos y la actualidad mediática vienen, sin duda, condicionadas por algo superior, vivimos un día a día en permanente transformación, una realidad líquida, que diría Bauman. Las realidades férreas y sólidas anteriores han dejado paso a un mundo lleno de novedades donde nada es seguro y todo puede pasar. Y este fenómeno que ha llegado al mundo laboral, a la vivienda, a las familias, también repercute en la política y en la sociedad en su conjunto.

Les decía que las elecciones en Andalucía han dado un vuelvo al panorama político. Mucho énfasis se da a la irrupción de VOX, sin duda preocupante. Pero que en cualquier caso no hace más que constatar una realidad latente en el resto de países de la Unión Europea, y otros como Brasil o EEUU. Esta derecha reaccionaria y patriótica viene muy condicionada por lo que les contaba anteriormente. Un mundo de cambios donde la esperanza y los índices de bienestar han caído. Una postergación de la crisis. Un alargamiento de la situación agonizante. Y surge, sin duda como un refugio a la globalización. Esta globalización, que pese a que es imparable, genera externalidades. VOX y los partidos de extrema derecha no hacen más que una lectura más rápida de lo que sucede –al igual que hizo Podemos en 2014– y esto supone pretender dar soluciones fáciles a problemas complejos. Así, se recurre al ataque al inmigrante, o al que viene de fuera. Se reafirma el sentimiento nacional o patriótico. Y se pretende hacer un retorno a ese “pasado glorioso”. El retorno del gran imperio británico, en el caso del UKIP. El sueño americano, en el caso de Trump. Y, en menor medida, “la Reconquista” en el caso de VOX –en palabras de su candidato a la Junta–.

Las opciones moderadas no tenemos más remedio que combatir las propuestas, hacer una lectura mejor y sobretodo dar una respuesta a muchísimos ciudadanos que tienen dudas. Ahondando en el proyecto europeo como antítesis a proyectos autárquicos que solo traerán pobreza. Y esta relectura o un análisis certero tiene que condicionar a todos los moderados y centristas para evitar que la bola de nieve, que empieza desde hoy con VOX, no crezca y crezca hasta que sea demasiado difícil pararla.

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