Los médicos que acceden al MIR no quieren ser médicos de familia, tal y como demuestra el magnífico informe del doctor Vicente Matas Aguilera, en el que se comprueba que esta especialidad no sólo se queda con plazas sin cubrir sino, y lo que es peor, que la mayoría la elige porque no tiene nota suficiente para optar a otras más de su gusto. ¿Y por qué se da esta situación? Porque como muy bien ha dicho el vicepresidente del Sindicato Médico de Baleares y médico de Atención Primaria, José María Bravo, durante los últimos años hemos asistido a una “hecatombe” de este nivel asistencial y los futuros facultativos no quieren formar parte de él. Conocen de primera mano lo que sucede, porque lo han visto en los centros de salud, saben de su falta de recursos, de su deterioro, de su falta de tiempo para explorar a los pacientes, de su burocratización, de sus mermadas plantillas, de sus planes de austeridad… Saben, en definitiva, que no quieren formar parte de un colectivo de médicos tan necesario pero tan poco reconocido. Y por si todo ello no fuera suficiente, han oído como los jóvenes médicos de Atención Primaria denuncian la precariedad laboral de los primeros años de profesión, con unos contratos que no permiten ni la estabilidad laboral ni familiar, porque se van renovando por meses, quincenas e, incluso, semanas. Y con este panorama ¿quién quiere esta especialidad? Mucho tendrán que hacer nuestros gobernantes para remediar esta situación y solucionar años de desidia, de abandono, de falta de presupuesto y de desprecio, porque de seguir así llegará el día en el que todo este deterioro no sólo les pasará factura a ellos sino, lo que es peor, a todos los ciudadanos.
