Un verano embarrado

Este fin de semana, pasamos de la fase de alarma al verano, sin solución de continuidad. Y no lo hacemos solos. Iniciamos la estación más tórrida del año embarrados en un escenario compartido con el covid19. No ha sido posible desembarazarnos del germen acelular que a más gente ha influido en la historia de la humanidad, sin ser el más letal, pero si uno de los más infectivos.

En un escenario lastrado por la parálisis de la economía, con el número de ciudadanos sin poder trabajar más elevado del último siglo y con un gobierno asambleario atribulado, ocupado en sus contradicciones y dedicado a la propaganda y a las labores de oposición a la oposición.

Con un gobierno que solo entiende de gastar, estirando los escuálidos fondos públicos como si de un chicle se tratara. Sin mirar donde va a dejar la goma de mascar cuando se rompa ni cuantas décadas serán necesarias para reflotar la economía y dejarla con indicadores parecidos a los que la recibió.

Un gobierno con los responsables de las carteras tan importantes como la social, la económica, la de interior y la medioambiental en el filo de la navaja. El bolivariano Iglesias con sus peligrosas tangentes en el caso Villarejo. La vicepresidenta medioambiental preocupada en que no salga adelante la comisión parlamentaria por el 'caso Castor' con el objetivo de no quedar en evidencia, la vicepresidenta económica con manifiesta voluntad de dejar el gobierno y volver a la UE. De lo que queda de Marlaska, ya no se espera nada, solo que se vaya.

Poco se espera de un gobierno divido en dos almas y más de veinte egos, agotado en contrarrestar las acciones chavistas y secesionistas de sus propios socios, por lo demás imprescindibles para la supervivencia del ejecutivo sociocomunista.

Un verano embarrado, pero no se confundan, no, no es el virus, es la tropa. Buen finde.