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Un tranvía llamado deseo

Por Vicente Enguídanos
viernes 22 de junio de 2018, 08:53h

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Cuando suena la campana del tranvía es la señal de que se aproximan elecciones y nos recuerda que el sonido desaparece tan rápido como las promesas políticas. En cada una de las citas con las urnas en las que se ha conjugado el llamado “pacto de progreso” hemos escuchado la misma ocurrencia ferroviaria, nunca realizada porque los electores no les renovaron su confianza y “Madrid” no muestra empatía con las islas, excusa que se desmonta para la izquierda tras once años controlando los presupuestos y el BOIB, coincidiendo la mitad con gobiernos del mismo signo.

Los deseos de los partidos que tienen vocación de vivir en la oposición son mayoritariamente inalcanzables y parten de un supuesto irreal. Siguen grabadas en nuestra memoria las “inversiones silenciosas” por las que en otro tiempo se endeudaba anualmente nuestra Comunidad en más de mil millones de euros. Algo irrisorio, aunque hubiera sido tangible, si el Partido Popular hubiera llevado a cabo en 2007 su idea de cubrir toda la vía de cintura, para convertirla en un enorme pulmón verde para Palma, que pasó desapercibida gracias al escándalo provocado por el proyecto operístico de Calatrava para la bahía. Es evidente que la falta de inversiones del Estado en Baleares durante los últimos años, tiene su reflejo en la misma carencia que aplican nuestros gobernantes locales, más allá de la tolerancia del papel que ofrece una nota de prensa y las expectativas de una mayor dotación presupuestaria.

Si nos atenemos a lo expresado por el Presidente del Gobierno, los socialistas no abordarán la reforma de la financiación autonómica esta legislatura. Otra frustración para las esperanzas de sus barones territoriales que, como ya avanzamos hace dos semanas, se iban a tener que tragar el victimismo con el que han disimulado sus carencias. Algo que el secretario de Organización de sus socios podemitas (abatido hoy por la abultada derrota del combinado de su país de origen en el mundial de Rusia) se apresuró a corregir por elevación, al aclarar que el Estado recauda un 8% menos que los países de su entorno y que también queda margen para mejorar la tesorería destopando las cotizaciones y persiguiendo el fraude. Este aumento de la presión fiscal debería mejorar la recaudación con la que las Comunidades pagarán el encarecimiento de las ayudas a la inmigración y a la dependencia a las que se ha comprometido el Ejecutivo, así como sus ineficiencias, aunque ponga en peligro el crecimiento económico y el empleo. Una nueva vuelta de tuerca que Hacienda prepara para no incrementar el déficit y que podría afectar paradójicamente a los impuestos indirectos, para sostener un gasto social que supone ya el 20% de nuestro PIB y más de la mitad del gasto total consolidado.

La quiebra del gigante financiero Lehman Brothers en 2008 pareció una severa advertencia y de cuyas consecuencias íbamos a aprender para que no volviera a repetirse una crisis económica de tal magnitud. Poco hemos tardado en volver a las andadas con la especulación y una clase política que solo sabe gastar más en lugar de mejor y que parece olvidar que debe gestionar los recursos públicos para propiciar la cohesión y la competitividad de todas las empresas y los ciudadanos, no solo de aquellos que son su caladero de votos o de los colectivos que arman más ruido. Ya verán que poco tardan en apropiarse de la reacción furibunda de una manada contra la libertad provisional de la otra o comienzan a negociar bilateralmente y con opacidad lo que no es un asunto solo de catalanes.

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