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¿Un sueño?. Racismo de altura

martes 23 de octubre de 2018, 02:00h

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“Dejen resonar la libertad desde cada colina y cada montaña de Mississippi, desde cada ladera, dejen resonar la libertad! Y cuando esto ocurra, cuando dejemos resonar la libertad, cuando la dejemos resonar desde cada pueblo y cada caserío, desde cada estado y cada ciudad, seremos capaces de apresurar la llegada de ese día en que todos los hijos de Dios, hombres negros y hombres blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, serán capaces de unir sus manos y cantar las palabras de un viejo espiritual negro: '¡Por fin somos libres! ¡Por fin somos libres! Gracias a Dios todopoderoso, ¡por fin somos libres!'». Martin Luther King. 28 de agosto de 1963.

Ese es el último párrafo del legendario discurso en defensa de los derechos civiles pronunciado por el Dr. King en Washington hace cincuenta y cinco años. Ha pasado más de medio siglo y aún vivimos en un mundo, en teoría más avanzado, que aún tiene reminiscencias racistas.

Crecen los partidos neonazis en Europa, en la vieja Europa, en esa que tanto sufrió en la segunda guerra mundial; pero no pretendo escribir sobre el riesgo que suponen los neonazis, que lo suponen y muy importante.

Voy a referirme a una situación no cotidiana afortunadamente pero en la que podríamos encontrarnos cualquiera de nosotros. En un vuelo de Ryanair un energúmeno racista no dejó que se sentara a su lado una mujer de piel negra por ese simple hecho.

El problema es que la tripulación accedió a la petición del bárbaro y reubicaron a la señorita en otro asiento.

El comportamiento de la tripulación, colaboradora con el racista, es inaceptable; el comandante debería haber llamado a la policía y echar del avión al salvaje en lugar de hacerle caso y plegarse a sus exigencias. Espero que se adopten medidas disciplinarias contra la tripulación que consintió un acto de racismo en uno de sus aviones.

No es posible que una compañía europea acepte esos comportamientos. Como decía el Dr. King, premio Nobel de la Paz en 1964, todos los hombres somos iguales, también lo dice la Carta de los Derechos del Hombre y las constituciones de los estados democráticos, ahora sólo falta que lo recoja el manual de comportamiento de los tripulantes de Ryanair. Cincuenta y cinco años y seguimos con esas cosas, de vergüenza. Que pasen un buen día.

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