Un país que no duerme
viernes 25 de octubre de 2013, 13:51h
Un tercio de la población no duerme. Tiene dificultad para conciliar el sueño, se despierta con facilidad o su sueño no es reparador. Una de las razones de más peso para no dormir son las preocupaciones. Y si nos atenemos al CIS, lo que de verdad preocupa a los ciudadanos es el paro, la economía y los políticos. Las razones para el insomnio están garantizadas.
Por desgracia, los datos apuntan que se tardará en recuperar la senda del crecimiento que permita descansar a pierna suelta. Con el tejido productivo destruido la creación de empleo será más bien lenta. El tiempo y el dinero que se invierta en sufragar las pérdidas socializadas de las entidades de crédito lo restamos al crédito a la familia y al emprendedor. La capacidad de la política para atraer y comprometer a tecnócratas y a perfiles profesionales está lejana. En el mismo sentido, tanto las tensiones como las inequidades territoriales se acentúan, disminuyen la confianza y aumenta la preocupación.
Podemos no dormir, pero nadie nos puede impedir continuar soñando. Soñar en las capacidades de los ciudadanos, en su fortaleza frente a los obstáculos, y en el equilibrio entre las nuevas jóvenes generaciones bien formadas, con ansias de encontrar su espacio y abrirse camino y la solvencia de la experiencia.
La senda del descanso, del tratamiento del insomnio, no pasa por la medicalización sino por la poda. Por la reducción drástica, en la vida pública, de los porcentajes de serviles, charlatanes, retorcidos e ilusionistas, montados en la apariencia, la ocurrencia, la foto y la nota de prensa y su sustitución por la competencia, la profesionalidad y el sentido común. Si ya lo sé, es una tarea difícil, pero necesaria y posible.