Un país de locos, con fronteras interiores

Observen qué país estamos haciendo: si usted va por la carretera que enlaza Teruel (Aragón) con Segorbe (Valencia) se va a encontrar con dos gasolineras que tienen una diferencia de precio en sus combustibles de hasta cinco céntimos por litro. En la que está en Aragón, no se aplica el impuesto autonómico para financiar la sanidad mientras que, en la segunda, que está en Valencia, se aplica el tipo más alto de todo el país.

Ustedes verán: no hay que ser muy lince para imaginar que los empresarios de gasolineras de las zonas fronterizas de Valencia se están encontrando con un problema de competitividad que no han generado ellos y que, sin embargo, sufren: sus clientes residentes, los vecinos de las diversas localidades de la zona, prefieren, lógicamente, pasar a Aragón a comprar el combustible.

La división del país de esta forma constituye una verdadera barbaridad en una Europa que tiende a la unidad. Sin embargo, aquí estamos ante 17 taifas que hacen lo que quieren, que despilfarran cuanto quieren y que, más allá de las ideologías, nos sumen en un caos interior del que nos va a costar recuperarnos.

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