Desde el máximo respeto a nuestro actual presidente del Gobierno, seguro que comprenderán que, por razones obvias, para mí no haya resultado del todo fácil ir a escuchar a Pedro Sánchez esta tarde. En cierto modo, bien podría decirse que he acudido al mitin que ha dado este miércoles en el pabellón municipal de Son Ferragut por imperativo estrictamente profesional, aunque luego haya estado muy contento de haber ido hasta allí, pues me he topado con viejos y buenos amigos.
De alguna forma, había empezado ya a visualizar esta crónica veinticuatro horas antes, cuando encontré en mi buzón un folleto del PSOE con una fotografía del líder socialista, en donde se le veía especialmente sonriente. Era esa peculiar sonrisa suya, tan característica, que utiliza tanto cuando le critica la oposición o le abuchean el 12 de octubre como cuando da una rueda de prensa o hace una broma en un mitin, que no las hace mal, lo reconozco, aunque creo que mi admirado Mariano Rajoy las hacía un poco mejor.
Lo he podido corroborar de nuevo esta tarde, aunque es posible que mi marianismo me pierda, pues las 1.400 personas que se han desplazado hasta Son Ferragut parecían disfrutar mucho con las notas de humor que Sánchez ha acabado deslizando en varios momentos de su intervención.
De hecho, he tenido la sensación de que prácticamente todos los asistentes eran sanchistas convencidos, incluida por supuesto nuestra querida presidenta, Francina Armengol, aunque, en sentido estricto, sería más exacto decir que es una sanchista sobrevenida, pues no hay que olvidar que en las lejanas primarias de 2017 apoyó inicialmente a Patxi López para el cargo de secretario general del PSOE.
Volviendo al tema que ahora mismo nos ocupa, he de reconocer que para intentar llegar hoy a tiempo al pabellón, tenía la opción de poder coger hasta tres líneas distintas de la EMT o la posibilidad de hacer uso del BiciPalma, aunque al final me han acompañado hasta Son Ferragut una muy buena amiga y su hija en su coche, que es un híbrido, como dicen que es también mi ideología, mi forma de vestir y mi carácter.
A lo largo de nuestra breve ruta hacia este equipamiento municipal nos hemos topado con varios atascos, incluido también uno en la Vía de Cintura, pero, por favor, que nadie lo interprete como una crítica más o menos velada a las políticas viarias de José Hila o de Catalina Cladera, quienes, por otra parte, son también dos apasionados sanchistas.
Al final, sólo hemos llegado con unos diez minutos de retraso sobre el horario inicialmente previsto, que eran las seis de la tarde. Cuando nos estábamos acercando ya a pie a la entrada de Son Ferragut, nos ha sorprendido ver que todavía había un poco de cola, pero enseguida hemos descubierto que era por razones de seguridad. Por un momento, me he sentido como alguien muy importante, pues un agente me ha pedido que por favor me parara y a continuación ha pasado por delante y por detrás de mí un detector manual de metales.
Apenas unos minutos después, ha llegado ya Sánchez, quien ha sido recibido con gritos de "¡presidente!, ¡presidente!", y también con algunos piropos, en especial el de "¡guapo!". Incluso me ha parecido oír un "¡te quiero!" destinado también a él, que he intuido que seguramente debía de provenir de un sanchista ya en grado superlativo y extremo.
Una vez iniciado ya el mitin, una de las sorpresas más gratas -al menos para mí- ha sido constatar que la palabra que seguramente más han pronunciado Hila, Cladera, Armengol y Sánchez ha sido "España". Además, hacía mucho tiempo que no oía hablar tantos minutos seguidos en castellano al alcalde de Palma, a la presidenta del Consell o a la presidenta del Govern. A punto ha estado de derramárseme casi una lágrima.
Seguramente, y tal vez sin pretenderlo, nuestro querido alcalde ha hecho una muy buena síntesis de lo que representa el sanchismo ahora mismo en nuestro país, sobre todo cuando ha afirmado: "No hemos tenido nunca un presidente como él ni tendremos otro igual". Yo creo que el PP, Cs y Vox estarían también de acuerdo con esa afirmación, aunque muy posiblemente no en el mismo sentido positivo que le ha dado Hila.
Por su parte, Cladera ha profundizado también en esa línea y no ha regateado elogios a Sánchez, pero tampoco a Armengol, en especial cuando ha dicho que en estos últimos años "Francina es la persona que nos ha cuidado a todos". Más allá de la posible pequeña hipérbole que pueda contener esa frase, es probable que en cierta forma mucha gente lo perciba quizás también así.
Al fin y al cabo, como ha afirmado la propia Armengol poco después, lo único que ella desea es que la gente de esta comunidad "sea feliz". Por ese motivo, ni siquiera me he disgustado en exceso ni me he enfadado cuando ha comparado a Sánchez con Rajoy, para añadir seguidamente: "Y no hay color".
Armengol ha tenido también emotivas palabras de recuerdo para Francesc Antich, como primer presidente socialista de Baleares, un recuerdo al que también se ha sumado Sánchez durante su intervención. Todos los presentes han prorrumpido entonces en sinceros y sentidos aplausos, incluidos también los de este humilde y marianista cronista.
El presidente del Gobierno ha prometido hoy tantísimas cosas, tanto para Baleares como para el resto de España, que sin duda darían para una crónica específica aparte. Esa segunda crónica debería recoger, además, las distintas iniciativas aprobadas por su Ejecutivo o por el Parlamento desde 2018, ya que Sánchez las ha citado hoy todas, muy detallada y elogiosamente, una a una, sin dejarse ninguna en el tintero. Bueno, casi ninguna.
"Es que no es lo mismo que gobierne uno o que gobierne otro. No es lo mismo. O dicho de otra forma, es muy distinto". Esta sabia frase, pronunciada por Rajoy cuando aún era presidente del Gobierno, podría resumir también muy bien el sentido de casi todo lo que ha afirmado Sánchez este miércoles. En algunos instantes, incluso él mismo me ha parecido también hoy, y perdónenme, "un marianista entre sanchistas". Fin de la cita.
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