Trastos y hojas, menú de Año Nuevo

En los múltiples resúmenes informativos del año 2016 que he visto en los medios de comunicación, sorprende un hecho informativo de primera magnitud y que no aparece en ninguno de estos "especiales".

Por la gravedad del asunto, por la refriega política que ha supuesto durante todo el año, y por la gran carga de imágenes con la que se nos ha inundado durante todo el año, la proliferación de trastos "aparcados" en las calles de Palma merece un trato destacado a la hora de memorizar el año que acabamos de dejar atrás.

La concejal responsable de EMAYA, Neus Truyol, lleva semanas esforzándose anunciando nuevos camiones de recogida selectiva, ampliaciones de personal y la instalación de contenedores especiales para el centro. Aplausos. Sin embargo, Palma se llena a diario de aquellos trastos que ya no queremos en casa y que antes venían a recogernos en un sistema "puerta a puerta". Sin embargo, la fórmula implementada este año ha convertido nuestras aceras en campos de batalla llenos de muebles, frigoríficos, lámparas, colchones y hasta calderas de gas oxidadas. Por mucho que Truyol se empeñe en decir que el sistema es bueno, lo cierto es que Palma ha empeorado notablemente su imagen callejera. Ante los turistas y ante los residentes.

El clamor popular no ha surgido efecto por ahora, pero empieza un año nuevo y quizás convendría replantearse el asunto. Vienen días en los que Palma puede ser como un campo de recolecta de esclatassangs: brotarán trastos, envoltorios de juguetes para Reyes y las ya famosas hojas que cayeron hace 12 días por el último temportal.

Lo de los millones de hojas -algunas ya putrefactas- encima de las aceras tiene delito. Que no resbale nadie y se rompa una cadera. Después vendrán las lamentaciones y las denuncias.