El domingo 12 de mayo se produjo en Catalunya un monumental problema de comunicaciones ferroviarias, con motivo de un robo de cable de cobre en una subestación y algunas incidencias posteriores, que provocaron la interrupción casi absoluta de la mayoría de las líneas de cercanías, así como de las regionales. Como ese mismo día se celebraban elecciones autonómicas catalanas, la avería generalizada del servicio de tren supuso un problema de primera magnitud, mayor del que ya habría sido sin la concurrencia de los comicios.
Esta incidencia no fue sino una más de las que prácticamente a diario vienen padeciendo los ciudadanos catalanes usuarios del sistema desde hace años, debido al déficit crónico de inversiones desde hace décadas. Pero la deficiencia en el servicio de transporte público interurbano y la falta de continuada de cumplimiento de previsiones presupuestarias no afecta solo a los ciudadanos catalanes. Aquí en Mallorca también padecemos una red interurbana de transporte público insuficiente, inadecuada y mal diseñada que no atiende, ni de lejos, a las necesidades de los ciudadanos y que fomenta, obliga, al uso del transporte en vehículo privado, contribuyendo a la saturación de carreteras, autopistas y del tráfico por nuestras ciudades, sobre todo Palma, así como de la calles y los aparcamientos.
Hace años, con motivo de la conclusión y entrada en servicio de los alargamientos de la línea de tren de Inca hasta Manacor y Sa Pobla, se pusieron en marcha sendos proyectos de continuación de ambas líneas, la de Manacor hasta Artà y la de Sa Pobla hasta Alcúdia. En el caso de Artà se llegó a expropiar todo el corredor necesario desde Manacor, pero nunca se llegó a poner ni una sola traviesa para las vías. El problema, esperpéntico, resultó ser la conexión en Manacor entre ambas líneas. Se pretendía que el tren llegase desde Artà a una terminal y desde allí conectar mediante un tranvía o tren-tram hasta la terminal actual. Es decir, se pretendía que para ir de Manacor a Artà, o viceversa, se realizasen dos transbordos. Como no hubo acuerdo en la ruta que dicha conexión debía realizar atravesando la trama urbana, el proyecto nunca se realizó y ahora el que había de ser el corredor ferroviario es una vía verde para ciclistas, joggers, patinadores y similares, lo que no está mal, pero es un recordatorio permanente de la incompetencia y torpeza de nuestros políticos y gobernantes.
En el caso de la extensión Sa Pobla-Alcúdia la cosa es aun más grotesca. Ni tan siquiera fueron capaces de ponerse de acuerdo en si la línea debía discurrir por el norte o por el sur, con lo que no llegó ni tan solo a iniciarse ningún tipo de trazado. Ignoro cuáles serían los intereses de unos y otros para tan encarnizado debate, pero lo cierto es que un proyecto que, al parecer, todos consideraban conveniente, cuando no necesario, quedó en nada.
Otro ejemplo de mala planificación y peor culminación es el del apeadero del hospital de Inca. Dado que la continuación de la línea de Inca y el hospital se ejecutaron más o menos simultáneamente y las vías férreas pasan muy cerca del hospital, parecería que hubiera sido lógico planificar ambas infraestructuras coordinadamente y prever un apeadero de acceso directo al centro sanitario. Nada más lejos de la realidad. Cada obra siguió su camino con absoluta ignorancia una de otra, así que no hubo apeadero y todos aquellos trabajadores que quisieran en tren al hospital debían bajar en la estación de Inca y coger un autobús hasta el hospital, si había conexión, ya que también se dijo que habría un bus lanzadera, cosa que nunca sucedió; o bien caminar, entre veinte minutos y media hora, según el ritmo de cada quien. Lo sé porque durante algunos años yo estuve yendo en tren desde Palma al hospital y he de decir que lo peor no era por la mañana, al fin y al cabo hacía ejercicio, aunque tenía que levantarme una hora antes, sino al acabar el turno de trabajo, ya que llegaba a casa a las cuatro pasadas. Yo, por mis circunstancias personales y familiares me lo podía permitir, pero es imposible para la mayoría.
Una década después sí se ha construido un apeadero, pero como hay una carretera, torres de alta tensión y todo tipo de obstáculos e infraestructuras, se ha hecho al lado del campo de fútbol del Constancia, a considerable distancia del hospital, lo que resulta casi igual de inconveniente, a efectos prácticos, que la estación. A mi me hubiera venido bien, si siguiera en activo y siguiera viviendo en Palma, porque en siete a diez minutos puedes hacer el camino, pero para la mayoría sigue sin ser adecuado.
Para continuar con los despropósitos y los incumplimientos de nuestros políticos, se nos dijo que se acondicionaría el trayecto peatonal entre el apeadero y el hospital, lo que de momento sigue estando en el limbo de los proyectos postergados (“ad calendas graecas”).
Para terminar podríamos mencionar toda una serie de proyectos anunciados, o mencionados, en los últimos veinte años y de los que no hay noticia: el tranvía al aeropuerto (parece que sí había proyecto y dotación presupuestaria para 2023), incluso prolongado hasta el Arenal y alguna línea de metro nueva.
Parece claro que la infraestructura ferroviaria de Mallorca es absolutamente insuficiente, que no hay dotación presupuestaria adecuada y tal vez ni siquiera voluntad política para mejorarla.