Nueve de cada diez calles de Palma van a tener en breve señalizado el límite de velocidad a 30 kilómetros por hora. La medida quedó aprobada este jueves en el pleno municipal, que acordó modificar la ordenanza de circulación reduciendo la limitación vigente.
El equipo de gobierno de Cort quiere una ciudad más segura restando protagonismo al coche. El concejal Dalmau explica que, de esta forma, Palma emprende el mismo camino que antes han recorrido ciudades como Barcelona o Londres. La intención es encomiable aunque la medida merece tener en cuenta múltiples variables. Ni Palma es Londres, ni sus alternativas al coche particular son comparables. La limitación que puede ser buena en unas calles, podría resultar ser nefasta o inútil en otras.
De entrada, una modificación de este alcance debería llegar a su aprobación con el mayor consenso posible; un consenso que debería extenderse a la reestructuración integral del tráfico adaptado a las necesidades de la ciudad. No todas las zonas tienen las mismas condiciones de movilidad, de la misma manera que las alternativas de transporte público ofrecidas no llegan a todo el mundo por igual.
El objetivo de pacificar el tráfico siempre es loable, aunque no se conseguirá sólo con una reducción de la velocidad en casi todas las calles -se excluyen las de gran capacidad como Aragón, Avenidas, Paseo Marítimo...-. Por encima de todo, es necesario encontrar soluciones a la falta de aparcamientos, a los accesos saturados en horas punta, a la movilidad en el centro de la capital, a la creación de ejes peatonales útiles, a la regulación -y cumplimiento- de las nuevas formas de movilidad, o al desarrollo de un transporte público que satisfaga las necesidades de los ciudadanos y no les genere más estrés.
Encuestas recientes, en el contexto de la pandemia que nos azota, señalan la preferencia de muchos ciudadanos por trasladarse en sus propios vehículos en vez del transporte público, donde se sienten más expuestos a contagios. Por la misma razón, otros optan por la bicicleta o el patinete. Todas estas formas de moverse -incluido andar- deben convivir en el espacio público y ser útiles para satisfacer las necesidades de los ciudadanos. No sirven soluciones de brocha gorda. Cabrá regular con acierto y definir de la forma más precisa posible qué alternativa es más útil en determinado espacio o situación y, por lo tanto, darle prioridad. Las soluciones mágicas no existen de la misma manera que no es aconsejable penalizar a priori ninguna de las alternativas. Especialmente cuando hay tantos deberes por hacer.