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Totalitarismos y migración. Europa y África

lunes 27 de noviembre de 2023, 08:33h

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Hace ya casi dos años de aquella tarde en M’Bour, Senegal, donde vi regresar más de cien enormes y coloridos cayucos antes de caer el sol. Ya en la costa, los jóvenes pescadores amontonaban sus piezas de pescado en la misma arena, entre niños, madres, burros y moscas que aguardaban como si el tiempo se hubiera detenido hace un siglo. Al otro lado, decenas de jóvenes jugaban al fútbol con los pies descalzos sobre la tierra rojiza, ese color tan especial y único de África. Todos se juntaron para mirar un vídeo del opositor Ousmane Sonko que estaba, por fin, despertando al pueblo senegalés. Vi el brillo y la esperanza en sus ojos. Me explicaron que estaban muy cerca de dejar de vivir bajo el yugo del totalitarismo. Sin embargo, el pasado año el presidente Macky Sall repuso el cargo de primer ministro, abolido por él desde 2019, y disolvió por decreto el principal partido de la oposición para impedir a Sonko su participación en las elecciones generando violentas protestas y represiones que han reactivado la ruta migratoria más peligrosa, la ruta atlántica hasta el archipiélago canario.

Hoy, en 2023, los jóvenes de Senegal solo tienen derecho a un sueño. Lanzarse al océano en busca de libertad y de la posibilidad de tener un futuro. Parten de M’Bour, ayudados por mafias, a bordo de uno de aquellos cayucos que vi regresar aquella tarde y que muchos ya no regresarán jamás. Como el cayuco que naufragó en el Atlántico la semana pasada con decenas de jóvenes, de mujeres y de niños que huían del totalitarismo de su país en busca de un futuro (mejor) en suelo europeo. Mientras, en Países Bajos ganaba la extrema derecha más xenófoba y eurófoba de toda Europa. La victoria del líder ultranacionalista Geert Wilders supone no solo un terremoto para un país modelo de sociedad liberal, abierta, moderna y tolerante, sino un nuevo varapalo para el proyecto europeo que se la juega en las elecciones europeas de la próxima primavera.

Por eso es tan importante no caer en el relato populista, tanto de extrema derecha como de extrema izquierda, que utiliza el drama humanitario migratorio para demonizar a la Unión Europea. Que quede claro, la política migratoria es responsabilidad de los Estados y no de las instituciones europeas. Y esto es así porque en el Tratado de Niza se decidió, lamentablemente, apostar por una Unión intergubernamentalista que ahora se ha comprobado que está llena de carencias. Y los que no están de acuerdo con la gestión de la crisis migratoria y encima “culpan a Europa”, son los mismos que cargan siempre que pueden contra el establishment europeo y no quieren avanzar en la cesión de competencias en favor de las instituciones europeas.

Si hay una lección aprendida con el Brexit es que levantar fronteras y romper mercados nunca conduce a nada bueno y nos recuerda cómo el populismo y el nacionalismo han conducido al Reino Unido a un callejón sin salida. Y nos recuerda también lo mucho que ha conseguido la UE y lo importante que es defenderla para evitar que esta deriva nos lleve a la deconstrucción de nuestro proyecto común edificado sobre los cimientos de la solidaridad. Y evitar que nos lleve hacia una sociedad cada vez más deshumanizada.

Otra de las lecciones, espero que, aprendida, es que nuestras frágiles democracias serán siempre objetivos vulnerables a la seducción del populismo interno y a la influencia de los totalitarismos extranjeros de todo pelaje si no resolvemos los retos de la globalización y los problemas del drama migratorio, de la desafección política y los problemas de cohesión económica y social.

Decía el filósofo, dramaturgo y escritor argelino-francés Albert Camus “La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas”. Tenía razón.

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