La capacidad de ingresar dinero o hacer un pago se debería medir en tiempo para entender mejor su magnitud.
A la hora de pagar por cualquier concepto es bueno saber, primero, qué parte de nuestros ingresos dependen de nuestro tiempo de trabajo y, segundo, cuántas de esas horas tengo que destinar a ese pago. Unos zapatos pueden costar lo que se gana en una jornada laboral.
Han oído bien, no todos los ingresos dependen del tiempo. Estos son los mejores porque se pueden generar, incluso durmiendo.
Un peluquero amigo mío me decía que trabajaba de lunes a jueves para Hacienda y, a partir de ese día, empezaba a hacer acopio para afrontar sus gastos. Esa era la forma de calcular la presión fiscal a la que se veía sometido. No iba muy desencaminado.
El Instituto Económico Molinari de Francia ha calculado el día de la independencia impositiva. Es decir, aquél día en el que un ciudadano medio de cualquier país de la UE ha cumplido con Hacienda y la Seguridad Social. El resultado refleja la carga impositiva real sobre los ingresos medios.
En España se alcanza la independencia impositiva el día 8 de junio (con un 43,31%). Cinco meses y pico para cumplir con el fisco.
Francia es el país que más días necesita. Es el país con el día de independencia impositiva más lejana (el 29 de julio). Más de medio año pagando a las arcas públicas. Visto así no estamos tan mal aunque también existe la tentativa de compararse con otros mejores como Reino Unido (9 de mayo), Irlanda (26 de abril) o Chipre, el más precoz (27 de marzo).
Hay que tener en cuenta que la realidad es aún más dura. Este dato no tiene en cuenta más que los impuestos sobre la renta, IVA y Seguridad Social. Casi nada. Pero no son los únicos. A lo largo del año nos gravan otros impuestos estatales así como impuestos municipales y autonómicos (IBI, Impuesto sobre vehículos, …).
Ante casos de derroche, fraude o malversación de fondos públicos debemos ser muy beligerantes. Nuestro tiempo de trabajo ha generado ingresos para el Estado y alguien no los ha gestionado como se esperaba. Ese tiempo es el que hemos dejado de destinar a nuestro ocio, nuestra formación, nuestros amigos o nuestra familia para trabajar. Y el tiempo es limitado.
La idea anterior es cierta si la fuente de generación de ingresos de un individuo proviene exclusivamente del trabajo, es decir, si su dinero proviene de ingresos activos. Sin embargo, existe una fórmula desconocida por gran parte de la población que no nos la explicaron en la escuela: los ingresos pasivos.
Son aquellos que no dependen del tiempo dedicado al trabajo. Para conseguir un ingreso pasivo se necesita un esfuerzo en tiempo inicial para crear un activo o proyecto. Luego hay que esperar a que esa creación nos proporcione ingresos más allá de nuestra jornada laboral.
Invito a que pensemos qué parte de nuestros ingresos provienen de nuestro tiempo de trabajo y qué parte vienen de nuestros activos. Si estos últimos escasean o brillan por su ausencia, animo a crear una fuente de ingresos pasivos, por pequeños que sean. El cerebro hace click y se abre un mundo de posibilidades.
Ejemplos de ingresos pasivos son: escribir un libro, desarrollar un software, inventar un juego, crear historias para un Escape Room, crear un blog o un canal de Youtube que generen ingresos aunque sean por publicidad, elaborar una patente, una idea franquiciable o un proyecto empresarial.
El límite de los ingresos activos es el tiempo de trabajo. Los pasivos no tienen límite. Se generan incluso mientras dormimos.
Nos pasamos casi cuatro horas mirando la televisión. Vale la pena dedicar una parte de ese tiempo improductivo a pensar cómo generar un ingreso pasivo o, cuando menos, a leer o formarnos.
La generación de ingresos pasivos será más habitual cuando se vaya imponiendo el modelo transaccional que trae la Metanet, el nuevo modelo de internet que corre sobre la blockchain de Bitcoin SV y que está creciendo expandiéndose de manera acelerada. En el año que lleva de vida se ha creado casi una aplicación por día. Se basa en la filosofía en la que las aplicaciones permitirán, por ejemplo, pagar por introducir contenidos y cobrar por likes recibidos. Como una red social gratuita pero a cambio de ceder nuestra información pagamos y cobramos unos céntimos por operación. Y somos dueños de nuestra información. Esta filosofía, que se convertirá en el nuevo Internet, es muy interesante pero está en sus inicios. Eso lo contaré otro día.