El jueves pasado una mujer acabó con la vida de su marido y padre de su hijo en Manacor. Al parecer, le asestó cuatro puñaladas por la espalda durante una discusión. No era la primera vez que sucedía un episodio de agresiones mutuas. Ella le había denunciado por agresión pero retiró la denuncia, algo bastante habitual en casos similares. La supuesta homicida alega ahora defensa propia, algo que deberá esclarecer la investigación judicial aunque por ahora ella está en prisión preventiva.
Siempre anteponiendo la presunción, algo que a menudo se nos olvida, una mujer acabó con la vida de su esposo delante de sus hijos. Estamos ante un drama terrible, que tendrá un tratamiento jurídico, político y social radicalmente distinto porque la presunta homicida es mujer. Si la víctima fuese ella, el asunto se abordaría de otro modo. Pero los hechos son los que son y la realidad es la que es.
Yo no soy tan necio como para negar la violencia machista. Hay una realidad objetiva que demuestra que mayoritariamente son las mujeres quienes tienen el papel de víctimas y que sus parejas, hombres, las amenazan, coaccionan y agreden. Pero de vez en cuando se nos presentan casos como el que ahora nos ocupa, donde es la mujer la que parece ser la autora del crimen. No sucede en la mayoría de casos, pero tampoco es excepcional.
He conocido personalmente casos de hombres víctimas de violencia física o psicológica por parte de sus mujeres. Pero he conocido muchísimos más casos donde eran ellas las agredidas. Y tengo claro que las administraciones no pueden ni deben obviar esta realidad, como plantea Vox. Claro que las víctimas son siempre víctimas, pero usualmente son mujeres y los agresores, hombres. Eso merece una respuesta que, a veces, puede resultar injusta porque el principio de “a grandes males, grandes remedios”, suele ser profundamente injusto. Pero no atender a esta realidad sería aún peor. O podría serlo y no nos lo podemos permitir.
En todo caso, aquí no se trata de rebajar la protección jurídica de las mujeres víctimas de violencia machista, sino de que la legislación contemple la violencia de un miembro de la pareja sobre el otro, por ejemplo, en parejas homosexuales. Y en parejas heterosexuales cuando se constate de forma fehaciente, una situación de amenaza, abuso y violencia de un cónyuge hacia el otro.
Este planteamiento no supone negar la violencia machista ni la gravedad de esta lacra social, sino contemplar otro tipo de violencias que por más que no queramos ver, existen. Y que debemos combatir porque hay víctimas que requieren de la actuación de los poderes públicos. Debemos pensar en los tres hijos de la pareja. ¿O no? Ellos también son víctimas y no merecen que su condición de tales sea minusvalorada dependiendo de si la víctima es su padre o su madre. Por no hablar de que en este caso execrable nadie guardará un minuto de silencio. Otra vergüenza que hace de menos un crimen solo porque la víctima es hombre.