Los únicos complementos en el vestir que nos diferencian hoy a hombres y a mujeres quizás ya sólo sean los sombreros y los zapatos cuando tenemos que acudir a un acto social, pues en el día a día cada vez va siendo mayor el número de hombres que uno puede ver portando bolsos —por ahora aún no es mi caso—, pulseras, collares o foulards.
Quizás llegue incluso un día en que veamos a algún caballero en un evento con pamelas y taconazos, aunque hoy no lo consiga visualizar aún del todo. Hasta ahora, sólo he visto a hombres públicos con tacones altos —y pelucas rubias— en películas ambientadas en el siglo XVIII. Y en mi humilde opinión no les acababan de favorecer demasiado.
También los portaban Tony Curtis y Jack Lemmon en Con faldas y a lo loco, ya mucho más estilizados, aunque no con la misma elegancia y distinción con que lo hacía su compañera Marilyn Monroe. En mi caso, creo que yo nunca podría llevar zapatos de tacón, pues incluso me cuesta ir ya con deportivas, mocasines o sandalias planas.
Sí reconozco, en cambio, que me gusta mucho poder admirarlos, por lo que me alegra especialmente que ahora vuelvan a estar de moda. En ese sentido, seguro que no se extrañarán si les digo que mis grandes ídolos del momento no son Leo Messi, Kylian Mbappé o Cristiano Ronaldo, sino Manolo Blahnik, Jimmy Choo o Christian Louboutin.
A veces pienso que uno de los motivos por los que nunca llegaré a ser un buen cronista de Palma es por mi natural tendencia a dirigir mi mirada mucho más hacia el suelo que hacia el cielo, siempre con la secreta esperanza de poder divisar a alguna femme fatale portando zapatos de tacón, a poder ser botas altas, sandalias, peep toes o stilettos.
Debido a esa querencia personal, estoy seguro de que aún me quedan por descubrir muchos edificios históricos de Ciutat, aunque los tacones de aguja sean también, a su modo, unas auténticas joyas arquitectónicas. Aun así, me temo que esa percepción estilística no debe de ser compartida por podólogos, reflexólogos y fisioterapeutas.
No negaré que los taconazos no son el tipo de calzado más adecuado para el día a día, para hacer senderismo o para salir a navegar, pero, a cambio, ofrecen algunas ventajas innegables, sobre todo para aquellas personas a las que en determinadas circunstancias les gusta practicar con elegancia y sutil sensualidad el noble arte de la seducción.
En realidad, las posibilidades que ofrecen los stilettos son casi infinitas. Por citar sólo tres de ellas, podríamos decir que los tacones de aguja son el complemento perfecto para cualquier evento social de postín, para ganar en un segundo hasta doce centímetros de altura o para disfrutar de una romántica y delicada velada compartida de bondage.