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Sus labores

Por Vicente Enguídanos
jueves 24 de abril de 2014, 19:13h

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Circula por las redes sociales un ‘viral’ que recoge una serie de entrevistas celebradas para elegir el mejor candidato a ocupar el trabajo más duro del mundo. El proceso de selección no es muy diferente a tantos otros, en los que algún empresario sin escrúpulos aprovecha las elevadas tasas de desempleo para  establecer un marco laboral abusivo. En este caso concreto, el anónimo responsable de Recursos Humanos advierte a los aspirantes por videoconferencia de que las condiciones son extremas y que incluyen una jornada ininterrumpida de casi veinte horas diarias, los siete días de la semana y que su aplicación se prolonga sin pausa, incluyendo vacaciones y festivos. El puesto de Director de Operaciones que se oferta, exige permanecer de pie la mayor parte del tiempo y no garantiza que las pocas horas de descanso nocturno se libren de frecuentes interrupciones. Para alcanzar esa prestigiosa posición se requieren conocimientos amplios de psicología, nutrición, pedagogía, finanzas avanzadas y medicina. Tras resolver la duda planteada, afirmando que esas condiciones son absolutamente legales y provocar el estupor de los demandantes al afirmar que por esa dedicación no se retribuirá con un solo euro, nuestro intérprete desvela que esa labor, aparentemente inhumana, la ejercen muchos millones de personas en el mundo: las madres.

Será una hipérbole, con la que reforzar el valor del mensaje, pero piensa si encajas en el perfil expuesto o en el que tuvo que asumir la persona a la que le debes la vida que estás pudiendo disfrutar.

Antes de que los intereses comerciales eclipsen el valor que evocamos en España cada primer domingo de mayo, la mayoría de países celebra el día de la madre al siguiente feriado, conviene que no acallemos nuestra conciencia sólo con un presente efímero y empecemos a crear un regalo que trascienda a la conmemoración y que tenga su reflejo cada día del año. Sólo cuando valoras el más altruista donativo con el que se puede obsequiar a alguien, que es la renuncia a priorizar tu propia vida,  anteponiendo las necesidades de un hijo al instinto egoísta que subyace en cualquier ser humano, se entiende la dimensión del papel abnegado e impagable de la madre.

No es menos cierto que algunas mujeres no merecen esa consideración, ni siquiera que todas las madres sean mujeres, ya que el instinto no aflora por igual en todos nosotros y porque algunos hombres ejercen el papel, ahora, con la misma lealtad y compromiso que lo han asumido quienes tradicionalmente encarnaban ese rol. En ese sentido, adquiere mayor relevancia la sonora intervención de Miriam González, casada con el viceprimer ministro británico Nick Clegg, al afirmar con rotundidad ante un foro varonil que “los padres trabajadores modernos tienen que empezar a decirlo alto y con orgullo: cuidar de tus hijos y ser responsable de ellos no afecta a tu nivel de testosterona. Y que aquellos que tratan a las mujeres como sus iguales tienen más cojones” (traducción literal del inglés, excluido el último vocablo, que enfatizó en su castellano de Valladolid).

Sin caer en la retórica edulcorada ni en la frivolidad de un lema publicitario, bienvenida sea la fecha que nos invita a devolver sólo una ínfima parte de lo recibido, para hacerlo extensivo a cada hoja del calendario. Por eso, no aguardemos al mes de las flores para adornar su vida con el reconocimiento sincero a sus labores, en forma de pequeños gestos cotidianos que hagan innecesaria una palabra de gratitud, pero que llenen su espíritu con la reconfortante sensación de afecto sincero que todos los bien nacidos le debemos a nuestra madre.

 

 
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