Sudores fríos

Negación, o menosprecio, del cambio climático; negación, o banalización, del Holocausto; negación, o subvaloración, de la violencia de género; exageración desmesurada de las denuncias falsas de mujeres por malos tratos; exageración de los casos de agresiones u homicidios de varones por parte de mujeres; discriminación y odio hacia el colectivo LGTBIQ+, en especial al grupo transgénero; islamofobia militante; xenofobia supremacista hacia los inmigrantes y demandantes de asilo; ultranacionalismo excluyente y agresivo; nostalgia explícita del nacionalcatolicismo; objetivo indisimulado de liquidación del estado autonómico y vuelta a una administración centralizada y centralista; falta de respeto y odio hacia cualquier opción política situada desde el centro derecha hacia la izquierda; menosprecio, cuando no desprecio, evidente hacia algunos de los derechos democráticos básicos como la libertad de expresión, asociación y manifestación, que restringirían con fruición; voluntad de recortes y privatización parcial del estado de bienestar: sanidad, educación, dependencia, pensiones…; anhelo, casi ansia, de limitar severamente, cuando no abolir por completo, el derecho al aborto; exaltación de la conquista de América, sin ningún tipo de aceptación del espolio y explotación de la población aborigen; y así sucesivamente.

Estas son algunas de las más características más destacadas de la ideología de extrema derecha en España, mayoritariamente representada por Vox, que, con excepción de las peculiaridades específicas españolas, son compartidas por la práctica totalidad de formaciones europeas, aunque con algunos matices que han llevado a su alineamiento en diferentes grupos en el parlamento europeo. Suponiendo que se pueda establecer entre ellos una jerarquía de malos y peores, los españoles, cómo no, se han aliado con los segundos, la familia liderada por Viktor Orbán, el primer ministro de Hungría.

La duda que nos puede asaltar en España es si esta ideología, o una versión un poco menos brutal de ella, está presente en el Partido Popular. Es un hecho que el PP gobierna en autonomías y ayuntamientos en coalición con Vox, o con un acuerdo de legislatura de apoyo parlamentario, como también lo es que solo podrá llegar al gobierno central en una tal coalición. El ansia desmesurada de poder del PP no se detendrá ante el hecho de que darán entrada al gobierno de país a un partido que es enemigo de la constitución, que tanto sacralizan, y de la propia democracia, a la pretenderían vaciar de contenido poco a poco por la vía de los hechos consumados, como está ocurriendo en la propia Hungría y en algún otro país europeo, Eslovaquia, Bulgaria y sucedió en Polonia bajo el gobierno del partido Ley y Justicia, curioso nombre, auténticamente antifrástico si atendemos a su práctica mientras ha tenido el poder en el país.

El desempeño del actual gobierno español de PSOE y Sumar no es precisamente para tirar cohetes, pero la alternativa PP/Vox provoca auténticos temblores, sudores fríos que recorren la espina dorsal.

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