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Sol y Nieve en Es Molinar

Por Josep Maria Aguiló
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jmaguilomallorcadiariocom/8/8/23
sábado 13 de julio de 2024, 09:30h

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Gracias a una pareja amiga, a principios de 2011 descubrí la existencia de un lugar muy agradable y económico para ir a tomar un pa amb oli de vez en cuando —por la crisis, muy de vez en cuando—, la freiduría Sol y Nieve, que estaba ubicada en Es Molinar.

A principios del mes de agosto de aquel mismo año, la familia que regentaba el local nos dijo que no le habían renovado el contrato de alquiler y que, por tanto, no tendría más remedio que marcharse e intentar empezar otra vida en otro lugar, que en su caso sería en la Península, en concreto, en Talavera de la Reina.

Cuando nos lo dijeron, sentimos una gran pena por su marcha, porque el Sol y Nieve se había ido convirtiendo, poco a poco, en nuestro lugar favorito de entre todos aquellos en los que solíamos quedar.

En aquellas fechas, el local se encontraba dividido en dos espacios acristalados independientes conectados sólo por una puerta en el centro, supongo que como consecuencia de la puesta en marcha de las sucesivas normativas antitabaco, aunque creo recordar que ya nadie fumaba allí entonces, ni en una parte ni en otra.

Cada uno de esos dos espacios independientes contaba con una televisión de plasma en la pared. El primero de ambos espacios, el que estaba más próximo a la barra, solía estar siempre bastante lleno de gente a la hora a la que solíamos llegar, normalmente antes de las nueve de la noche.

En el televisor de esa parte del local solían tener sintonizado casi siempre algún canal deportivo, por lo que prácticamente nunca faltaban allí el fútbol, el ciclismo, el atletismo o el baloncesto.

En el segundo espacio independiente del Sol y Nieve, en donde siempre nos sentábamos aquella pareja amiga y yo, a menudo solíamos ser los únicos clientes. En el televisor que correspondía a esa parte del local era habitual que nos encontrásemos primero con Bob Esponja y sus amigos, y luego con Los pingüinos de Madagascar, entre otras razones porque siempre había niños mirando la pantalla o corriendo y jugando por allí.

Normalmente, los tres pedíamos un pa amb oli de queso, siempre muy bien preparado, y a veces lo acompañábamos de unos chipirones o de una pequeña ración de ensaladilla rusa. Como todo estaba muy bien de precio, cuando nuestra economía se encontraba algo mejor que de costumbre, incluso nos permitíamos el pequeño lujo de pedir un postre.

La verdad es que nos gustaba muchísimo ir al Sol y Nieve, pero a partir de aquel mes de agosto de 2011 tuvimos que empezar a buscar algún otro sitio en el que pudiéramos sentirnos tan bien, en el que nos atendieran con tanto afecto y en el que los precios fueran, además, igualmente razonables. Nunca lo encontramos.

Cuando hoy miro hacia atrás y pienso en esa desaparecida freiduría de Es Molinar, siento una gran gratitud y un gran afecto hacia aquella familia de Talavera que lo gestionaba, pues siempre nos ofrecieron algo muy parecido a la dicha o a la felicidad.

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