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A la reclusión que vive Iñaki Urdangarin su palacete de Pedralbes desde que se trasladara desde Washington con su familia se une el rechazo que, día a día, experimenta con sus vecinos en Barcelona y también en sus desplazamientos por el resto de España. El comportamiento del yerno real le ha granjeado, desde que se conocieran sus negocios con el Instituto Nóos, no pocas críticas que desde hace un tiempo se han convertido en auténtico vacío social.
Lugar al que acude el duque de Palma, lugar en el que ve cómo la gente se aparta físicamente de su lado, murmura y le niegan el saludo. Así sucede, por ejemplo, en el Real Club de Tenis de la Ciudad Condal, al que habitualmente suele llevar a Juan Valentín y en el que recientemente, aprovechando que su hijo se encontraba practicando deporte en su interior, se reunió con su abogado, Mario Pascual Vives, para preparar la estrategia de defensa.
La situación, incómoda, suele repetirse a menudo, según narran a Vanitatis testigos presenciales de estas situaciones.Urdangarín se acerca a las instalaciones y un murmuro se levanta a sus espaldas. El mismo que despierta cuando realiza actividades cotidianas como comprar el pan en el barrio de Pedralbes. Los vecinos y clientes del establecimiento le increpan haciendo claras alusiones a su presunto delito de malversación de caudales públicos, uno de los cuatro por los que se le ha imputado.
Los vecinos de la Ciudad Condal no son los únicos que menosprecian a Iñaki Urdangarin por su comportamiento "poco ejemplar", como así lo definió el jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno. Este verano, cuando los duques de Palma decidieron viajar al País Vasco para disfrutar de sus vacaciones estivales y se alojaron en casa de un amigo, en ocasiones tuvieron que trasladarse a la parte francesa después de que varios hosteleros se justificaran bajo el paraguas de que sus restaurantes estaban completos y no tenían mesa para ellos.