Los Príncipes de Asturias estuvieron en Palma el pasado fin de semana en la celebración del cumpleaños de una amiga. Viajaron de forma privada, con vuelo en línea regular, y sin confirmación oficial de la Zarzuela. Hicieron vida normal de una pareja de su edad, incluyendo salida discotequera hasta las 3 de la mañana. Esta rutina de viajes privados, de pequeñas escapadas de fin de semana, ha sido la tónica desde que Letizia aterrizó en la Casa Real. La mayoría de estos trayectos han tenido como destino el extranjero, principalmente las grandes capitales turísticas de Europa, y en menor medida ciudades españolas. Hay quien se pregunta si cuando los Príncipes se mueven por placer dentro de España, deberían hacer público su viaje, de forma de que ‘echasen un cable’ a la promoción turística del destino. Quizás manteniendo su viaje en secreto, los Príncipes evitan quejas de supuestos agravios, puestos que estos ya existen, y ahora a nuestro favor. Felipe y Letizia han estado ahí cuando Palma más les ha necesitado, y cabría tener presente por mucho tiempo el gesto que tuvieron el día después de los atentados de ETA de posar deliberadamente bajo la Catedral. Seguramente, y de forma progresiva, los Príncipes irán reduciendo sus estancias en la capital balear en los próximos años, pero no parece probable que su residencia veraniega ‘oficial’ vaya a cambiar. Sobran las críticas, por tanto, de quienes no ven apropiado que los herederos viajen de incógnito, por que el saldo en Palma está mucho más a favor que en contra, y no convendría tensar la cuerda.
