Así, para empezar y sin que uno sea muy amigo de farolear con primicias y exclusivas, quienes se hayan sorprendido por la noticia que sitúa a Rolando Bianchi fuera del Mallorca, recuerden que hace muchas semanas que en este mismo espacio nos hicimos eco de su desazón. El delantero, amigo de Scaloni y ambos clientes del restaurante de Cristiano Doni en Palma Nova, ha seguido la tradición por la cual han sido muy pocos los futbolistas italianos que han triunfado en el fútbol español. No adivino una relación causa efecto, pero ha habido más futbolistas españoles que tuvieron éxito en Italia desde los tiempos de Luis Suárez, Joaquín Peiró o Luis del Sol, que no al revés.
Pero el fracaso de la dirección deportiva del Mallorca se plasma ya no solo en la mala planificación de cada temporada o le pésima selección de entrenadores, aunque vale la atenuante de las constantes injerencias presidenciales, sino en la valoración de los fichajes propuestos. Y si, en su momento, Aouate fue justamente criticado por el fiasco de su efímera gestión como manager general, no podemos decir que la de Miguel Angel Nadal, relegado ahora como lo estuvo entonces, haya sido brillante.
Ni la trayectoria reciente de Acuña, ni la de Coro o el propio delantero centro transalpino, hubieran aconsejado sus incorporaciones por simple sentido común. Ya no por su edad, en los dos últimos casos, sino por las líneas actualizadas de sus respectivos currículums. Con una circunstancia agravante y es que Bianchi es el jugador más caro de la plantilla y además con notable diferencia. Luego podremos preguntarnos si el equipo era el idóneo para un delantero de sus características o si se le supo rodear del ambiente más propicio para un profesional desde los piés a la cabeza, más allá de su rendimiento en el terreno de juego.
Llama la atención que, de repente, nadie pida responsabilidades. Hay apellidos que pesan mucho mediáticamente hablando. Y ya no pedimos responsabilidades por fracasos ajenos, Lima, Carioca o Hugo Gomes son imputables en último término a Claassen, pero no deja de extrañar, que no sorprender, que las voces que clamaban al cielo por Ratinho, Ujah y algunos más, silencien vergüenzas tanto o más evidentes.