Este artículo lo escribo en respuesta a la pregunta que hacía mi compañero, el psiquiatra, Miguel Lázaro, en este digital, hace pocos días en su artículo titulado: ¿Son hijosdeputas los que practican mobbing?
Lo son, y a mayor abundamiento, la “hijoputería”, no muere nunca. Ni tampoco queda incapacitada jamás. Si uno es hijodeputa lo es siempre, en cualquier circunstancia. Hace pocos días, cuando fui a visitarla en el centro donde está ingresada, encontré a mi hermana pequeña llorando. –Se ríen de mí- me dijo, porque estoy muy delgada. Tiene una enfermedad que, entre otras cosas, la está dejando en los huesos. Los que se ríen de ella están ingresados en el mismo centro, cargando enfermedades que, a pesar de serlo, no les han ablandado el alma.
Cuando le dije que les contestara y se defendiera me dijo, sin dejar de llorar “no puc Nani, jo estic ben educada, no puc insultarlos a ells”. Ese es el drama del mobbing: los hijosdeputa también envejecen, también enferman, pero nunca tendrán la educación suficiente para respetar a los demás porque están podridos hasta el fondo. No sé cuál podría ser la solución adecuada para enfrentar el mobbing que llegan a soportar determinadas personas en, muy diversas circunstancias, ámbitos y sectores de la sociedad. Si la solución pasa por la mala educación, difícilmente las víctimas podrán defenderse porque el problema no radica en que unos tengan el “don” de la maldad y los otros no, sino en que mientras unos lo ponen en práctica, a los demás no nos da la gana hacerlo. He superado la barrera de los cincuenta callando, porque en mi época, ni se nos pasaba por la cabeza que alguien pudiera defendernos cuando los hijosdeputa nos dejaban molidos psicológicamente y regresábamos a casa con la autoestima en los calcetines para encerrarnos en nuestra habitación que nos aislaba del mundo por completo.
Hoy, cuando las nuevas tecnologías permiten gritar sin salir de casa y sin molestar a los vecinos, afortunadamente, el mobbing es condenado moral y legalmente por fin. A esos hijosdeputa, que son siempre simpáticos, les veréis rodeados de fieles tan hijosdeputa como ellos, pero amansados. Se retroalimentan mutuamente cuando insultan, agreden verbal o físicamente, o simplemente, cuando se burlan sin piedad. O cuchichean entre ellos en un rincón, en una clase o en una mesa de reuniones. No importa la edad que tengan, serán hijosdeputa hasta la muerte.
En el fondo, lo único que les salva de salir corriendo con el rabo entre las piernas, es nuestra buena educación.