Por mi trabajo como consultora y formadora, viajo constantemente a Madrid, entre otros lugares, y para mí es fundamental el servicio que recibo, tanto en los restaurantes y lugares públicos como en el hotel donde esté hospedada, y hay cosas que no me dejan de sorprender.
Este mes de marzo, en que he pasado casi 20 días de viaje, me he fijado muchísimo en dichos servicios y en estudiar las diferencias en el servicio que recibimos en nuestras islas con otras ciudades, como en el caso de Madrid, y me entristece mucho ver que hay otras realidades que mejoran mucho el trato al cliente.
Curiosamente me he encontrado con un trato exquisito en la mayoría de los establecimientos de Madrid, una presentación muy cuidada en la hostelería, unos menús bien elaborados y un trato al cliente excepcional.
En cuanto a la hostelería se refiere, en varios establecimientos me he encontrado personal con una edad avanzada que ofrece a sus clientes un trato esmerado y muy profesional, personal que denota saber bien cuál es su trabajo y cómo agradar al cliente.
Dicho sea de paso, todo ello nos lleva a recomendar el lugar y a dejar una propina importante, como agradecimiento de dicho trabajo, desarrollando una experiencia de cliente final muy satisfactoria.
Todo ello me hace pensar en el porqué del servicio tan deficitario que muchas veces recibimos en Mallorca; aunque no se puede generalizar, obviamente, es cierto que lo padecemos, unido a unos precios realmente de escándalo.
Hoy por hoy, alternar, poder ir a cenar a un restaurante o tomarte unas copas en un buen local, se ha convertido en un lujo, ya que los precios en nuestras islas son de escándalo y no hay cosa que más me fastidie que, además, tengamos que soportar una mala cara o unas malas palabras en el lugar donde deberíamos de estar disfrutando.
Todo ello añadido a la sensación que a veces tenemos, cuando acudimos a estos lugares, de que nos están haciendo un favor por servirnos, cuando Mallorca debería de tener uno de los mejores servicios de España, por ser un lugar en el que mayoritariamente se vive del turismo.
¡Es una pena que no podamos recomendar muchos lugares porque no hemos sido bien tratados, han tardado al servirnos o la cuenta no ha sido lo normal en cuanto a relación precio-calidad!
Y no se trata de dinero, puesto que algo nos parece caro o barato en relación con las circunstancias del momento, al servicio que percibimos y a lo que se ha venido llamando 'la experiencia del cliente'.
Cuando es un artículo de lujo lo que estamos consumiendo, la importancia está en los detalles: unas buenas servilletas de tela en lugar de papel reciclado, una bonita vajilla, una cuidada decoración, son parte fundamental en estos casos.
Nunca me ha importado pagar de más si me he sentido mimada, agasajada y bien tratada, pero que se te cobre más dinero por un servicio pésimo no es de recibo.
Deberíamos cuidar mucho más estos pequeños detalles, porque, además de todo ello, cada persona debe de ser exquisita en su trabajo y ser su mejor versión, independientemente del trabajo que esté desempeñando.
Si vas a dedicarte a la restauración, intenta ser el mejor en lo tuyo y disfruta de ese trabajo, porque, de lo contrario, tú vivirás amargado y los demás sentirán lo mismo en tu presencia, y es una verdadera pena que sea así.
Aprende a cuidar los detalles en tu día a día y haz feliz a las personas de tu alrededor, preguntándote: ¿Estoy tratando a los demás como me gustaría ser tratado?
Te aseguro que, si eres capaz de hacerlo así, pronto te sentirás mejor en tu día a día, y tu vida y la de los demás mejorarán constantemente.