Sembrando vientos

Pedro Sánchez lleva tensando la cuerda de la división social en España demasiado tiempo. El alumno aventajado de Zapatero cree que el fin –mantenerse en el poder– justifica cualesquiera medios, incluido el de fracturar la sociedad española de una forma que no conocíamos desde la Guerra Civil.

Un político como Sánchez hubiera cuadrado en aquel país bronco de los años treinta del siglo pasado en el que los extremistas de ambos bandos consiguieron llevarnos a la peor catástrofe desde el surgimiento de nuestra nación.

Me repugnan los escraches y la descerebrada utilización por parte de elementos de ultraderecha de algo tan legítimo como el derecho de manifestación, pero el gobierno ya no engaña a nadie, porque precisamente lo que anda buscando son argumentos para avalar la tesis de que a la infame amnistía que prepara solo se opone la derecha más radical, lo cual es completamente falso.

El ejecutivo socialcomunista está empezando a perder los papeles. Maniatado por los delirios y exigencias de un delincuente fugado -a quien ha confiado la gobernabilidad de España- Sánchez ha comenzado a tomar decisiones que bordean peligrosamente el ámbito delictivo.

Lo de la Fiscalía de la Audiencia Nacional resulta vergonzoso e impropio de un estado de derecho. El gobierno pretende patrimonializar y apropiarse todas las instituciones para evitar que ninguna escape a su control ideológico. Ha conseguido el desprestigio del Tribunal Constitucional, de la Abogacía del Estado y ahora quiere asegurarse que la Fiscalía sea defensora de sus espurios intereses políticos y no de los generales. Quiere que los órganos de control legal sean sus marionetas, y en algún caso ya lo ha conseguido.

El Pleno del CGPJ, no obstante, ha dado el primer paso para denunciar esta tropelía. Obviamente, a medida que se vaya concretando la absurda proposición de ley de amnistía serán muchos más organismos e instituciones los que se posicionarán en su contra.

Pero la temeridad de Sánchez parece no tener límite, estando dispuesto a dividir traumáticamente y enfrentar violentamente a la ciudadanía de nuestro país, algo que resultó trágico no hace tanto tiempo.